La ley de las expectativas
establece que todo lo que esperes con una determinada certeza se convertirá en
tu propia profecía de autocumplimiento. Dicho de otro modo, lo que consigas en
la vida no tiene necesariamente que ser lo que quieres, sino lo que esperes.
Tus expectativas ejercen
una poderosa e invisible influencia que hace que las personas se comporten y
las situaciones se desarrollen según tus previsiones.
Por tu forma de
hablar sobre cómo piensas que resultarán las cosas, se diría que en cierto modo
estás constantemente actuando como adivino de tu propia existencia. Las
personas acostumbradas al éxito suelen tener autoexpectativas llenas de
certidumbre y positivismo. Esperan tener éxito, esperan gustar, esperan ser felices,
y casi siempre se salen con la suya.
La gente que tiene poco éxito se
caracteriza por sus expectativas negativas, fatalistas y pesimistas.
Esto hace que de alguna manera las situaciones se resuelvan de la forma
esperada; es decir, teñidas de negativismo.
La fuerza de tus expectativas
está en proporción directa a la consideración que te merezca la validez de la
fuente. Cuanto más grande sea la consideración que dispenses a otra
persona, mayor será la influencia que él o ella ejercerá sobre las expectativas
que tengas de ti mismo.
Las expectativas
que producen impacto en tu vida tienen cuatro fuentes. La primera son las
expectativas de tus padres. Todos
estamos inconscientemente programados para responder más o menos a las
expectativas que nuestros padres tenían formadas de nosotros y que nos fueron
comunicadas mientras crecíamos. La necesidad de tener el beneplácito de
nuestros padres perdura incluso después que éstos no estén ya con nosotros. Si
tus padres esperaron de ti un buen comportamiento, si te mostraron su confianza
y te estimularon de forma positiva a que tuvieses la mejor actuación posible o
que llegases a ser lo que más pudieses, su manera de actuar sin duda tuvo una
enorme influencia en la persona en la que definitivamente te has convertido. Si
por el contrario, como sucede en muchos casos, tus padres no tuvieron de ti
ningún tipo de expectativas o las que tuvieron fueron negativas, puede que
todavía te sientas inconscientemente obligado a no desmentir a tus padres.
La segunda fuente de
expectativas que afecta a tu conducta está personalizada en tu jefe y en lo que
éste espera de tu actuación en el trabajo. La gente que depende de jefes
que manifiestan expectativas positivas suele ser más feliz en su trabajo, tener
mejor actuación y conseguir más cosas que aquella otra cuyos jefes adoptan
posturas negativas o críticas. Dado que las expectativas de aquellas personas
de las que dependen tus ingresos proyectan una fuerte influencia sobre tí, no
es probable que te sientas feliz y seguro trabajando para gente con actitudes y
comportamientos negativos.
La tercera fuente está
constituida por las expectativas que de ti tienen tus hijos, tu esposa y tus
empleados. En este caso eres tú quien tiene un fuerte impacto en la
personalidad, conducta y actuación de la gente que busca en ti guía y
protección. Cuanto más importante seas en la vida de la otra persona, más
poderosamente influirán tus expectativas en su actuación. Quizá la más efectiva
y predecible conducta motivacional que puedas adoptar sea la de esperar lo
mejor de los otros. Ten por seguro que entonces ellos tratarán siempre de
quedar bien ante ti.
Muchas
personas atribuyen su éxito en la vida a la influencia de alguien respetable
que constantemente reconocía sus méritos y les expresaba su confianza en que
llegarían a ser algo más que de lo que eran en esos momentos. Quizá la cosa más amable que
puedas hacer por tu prójimo es decirle: «Confío en ti. Sé que puedes hacerlo».
La cuarta fuente son las
expectativas que tienes de ti mismo. Lo notable de las expectativas es
que puedes fabricarte las tuyas propias. Puedes crearte tu propio aparato
mental, tu forma peculiar de abordar el mundo, así como esperar lo mejor de ti
en cada coyuntura. Tus propias expectativas son en sí mismas lo suficientemente
poderosas como para neutralizar cualquier otra expectativa negativa que alguien
pudiera tener de ti. Puedes
crear a tu alrededor un campo de energía mental positiva si esperas con fervor
sacar algo en limpio de cada situación.
Imagínate que vas
todo el día de un lado para otro creyendo que algo bueno te va a suceder. Piensa cuánto más positivo,
optimista y jovial serías si estuvieses absolutamente convencido de que todo se
conjura para hacerte feliz y exitoso.
Nunca podrás
elevarte por encima de lo que marquen las expectativas que tengas de ti mismo. Puesto que esas expectativas
están completamente bajo tu control, asegúrate que sean coherentes con lo que
quieras que suceda. Espera siempre lo mejor de ti.
Cuando empieces a
trabajar de modo consciente con esta ley mental, te harás para siempre con un
poder que es prácticamente ilimitado. La fuerza de las expectativas positivas puede cambiar por
sí sola tu personalidad y el signo de tu vida.
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