Trato de estar siempre con el espíritu en alto. Últimamente busco más estar en
la cama, estoy con la mirada apagada, he tenido como un quiebre. Busco dentro
de mí porque siento que necesito algo y no sé qué es.
Soy una persona de oración, de ayudar al prójimo. Sé que
un cambio me está esperando, y debe ser para algo, pero no puedo discernir qué.
Quisiera seguir con el
alma en paz como la tengo, pero quisiera también tenerla alegre.
A veces hay que esperar los procesos naturales para que
se despierten los procesos sobrenaturales, interiores.
Si uno está con achaques eso es un condicionante que
limita mucho todo lo demás: los vínculos, las acciones.
Creo
que en ese proceso hay que estar atento al interior para ver qué es lo que Dios
va queriendo y va mostrando. Y buscar exteriormente la contención afectiva
La “vejez” es como
una “segunda juventud”: una etapa que no es la etapa Terminal de la vida. Es
una “etapa bisagra” porque nos
abre hacia otras perspectivas no solamente en esta existencia.
Para aquellos que tenemos fe, la vejez, la agonía y la
muerte no son la última palabra. Nos abre no solo en un plano horizontal sino
también vertical.
Esta etapa de
la vida, como todas las otras,. No hay que idealizarla ni demonizarla. Todas
las etapas tienen sus pro y sus contra, tienen sus límites y sus posibilidades,
tienen sus riquezas de luces y sombras. Todas son hermosas y a la vez complejas. No hay recetas
para vivirlas. Hay que vivir la integridad de la vida y en cada etapa se suma
lo vivido anteriormente.
Por
eso, en cada ser humano conviven, coexisten el niño, el adolescente, el joven
que fui, el hombre maduro que soy… todo coexiste y uno se puede conectar con
ese niño interior, con ese joven que aún tiene sueños e ideales, con ese hombre
maduro que busca la sabiduría. Todos ellos somos, porque la identidad no
solo es algo dado sino fundamentalmente algo que se construye en la historia.
Por eso la vida no se resuelve en una sola etapa sino en el todo.
Cada
etapa es una parte de ese todo. Por tanto no hay que pedirle a la parte
lo que corresponde al todo. La sabiduría de la armonía única e integral de la
vida se va haciendo paso a paso. Pero la vida, es la vida toda, y por tanto no
hay que tratar de resolverla en una etapa.
Cuando los extremos se van
tocando, mientras vamos llegando hacia el final, el anciano se parece mucho al
niño en muchas cosas. A su vez, Jesús nos dice que la forma madura de
entrar en el Reino de los cielos es ser como niños. Por tanto para el Evangelio
la adultez es la medida de la niñez, y ahí entonces coexisten todos los
arquetipos. En verdad, el
alma humana es un abanico: somos todos y somos uno a la vez.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios