La socialdemocracia es una
versión de la democracia en la que se recurre a la regulación estatal y a la
creación de programas y organizaciones patrocinados por el Estado, para atenuar
o eliminar las desigualdades e injusticias sociales que, según consideran sus
defensores, existirían en la economía libre y el capitalismo. La socialdemocracia se apoya
básicamente en el sufragio universal, la noción de justicia social y un
tipo de Estado denominado Estado de Bienestar.
La socialdemocracia surgió a finales del siglo XIX a partir del
movimiento socialista, como
una propuesta alternativa, pacífica y más moderada, a la forma
revolucionaria de toma del poder y de imposición de una dictadura del
proletariado, que sostenía una parte del movimiento socialista, dando origen a un debate
alrededor de los términos de «reforma» y «revolución».
En general se ha presentado como ejemplo real de socialdemocracia al sistema de gobierno que
predomina en los países escandinavos, sobre todo en Suecia.
La democracia como sistema de relaciones horizontales
El término «democracia» también
se utiliza ampliamente no solo para designar una forma de organización
política, sino una forma de convivencia y organización social, con relaciones
más igualitarias entre sus miembros. En este sentido es habitual el uso del término
«democratización», como por ejemplo la democratización de las relaciones familiares, de
las relaciones laborales,
de la empresa, de
la universidad, de
la escuela, de la cultura, etc., tales
ejercicios están orientados básicamente al ámbito de la participación ciudadana, cuyos
principales mecanismos utilizados para tales efectos son elecciones a través de voto popular,
asambleas, propuestas de proyectos y
todos aquellos en que se canaliza la voluntad de cambios o aprobaciones con participación directa de los
distintos grupos sociales.
Democracia en las monarquías constitucionales
Dos casos especiales para la idea de democracia son las monarquías
constitucionales y las democracias populares que caracterizan al socialismo
real.
La monarquía constitucional es
una forma de gobierno que caracteriza a varios países de Europa (Gran Bretaña,
España, Holanda, etc.), América (Canadá, Jamaica, etc.), y Asia (Japón,
Malasia, etc.).
Las monarquías constitucionales
varían bastante de país a país. En el Reino Unido las normas constitucionales
actuales le conceden ciertos poderes formales al rey y los nobles (designación
del Primer Ministro, designación de gobernantes en las dependencias de la Corona,
veto suspensivo, tribunal de última instancia, etc.), además de los poderes
informales derivados de sus posiciones.
Existe una tendencia general a la
reducción progresiva del poder de los reyes y nobles en las monarquías
constitucionales que se ha ido acentuando desde el siglo XX. Si bien, por tratarse de
monarquías, en estos países existe una notable desigualdad ante la ley y de
hecho de los reyes y demás nobles frente al resto de la población, la severa
restricción de sus facultades de gobierno y judiciales ha llevado a que su participación en la mayoría de
los actos de gobierno sea excepcional y sumamente controlada por otros poderes
del Estado. Ello ha dado origen al expresivo dicho popular de que los
reyes «reinan pero no
gobiernan» para referirse a la débil influencia legal que los reyes y
eventualmente los nobles tienen en los actos de gobierno cotidianos.
En el Reino de España el Rey promulga las leyes, convoca y disuelve las
Cortes Generales, convoca referéndum, propone y cesa al Presidente, ejerce el
derecho de gracia (indulto y conmutación de penas), declara la guerra, hace la
paz, etc. En el ejercicio
de todas sus funciones, el Rey actúa como mediador, árbitro o moderador, pero
sin asumir la responsabilidad de sus actos que han de ser refrendados por el
poder ejecutivo o legislativo, lo que lo convierte en una figura
representativa del estado pero sin poder político. El rey también goza de
inviolabilidad y al igual que otros muchos jefes de estado republicanos, no
puede ser juzgado por crimen alguno.
Los opositores a las monarquías
constitucionales sostienen que no son democráticas, y que un sistema de
gobierno en la que los ciudadanos no son todos iguales ante la ley, a la vez que no
se puede elegir al Jefe de Estado y otros funcionarios estatales, no puede
denominarse democracia, si bien en España la monarquía no es constitucional
sino parlamentaria.
Democracia soviética
Modelo de representatividad
basado en la experiencia de la Comuna de París y en la superación en el grado
de representatividad de la Democracia liberal. Esta Democracia directa parte desde los
puestos de trabajo cotidiano, donde se eligen representantes en cada fábrica,
taller, granja u oficina, con mandato revocable en cualquier momento. Estos delegados se constituyen
en una Asamblea local (soviets) y luego mandaban su representante a la
Asamblea Nacional de Delegados del Pueblo.
Se le niega el voto y el poder
político, al 10% de la población que abarca a empresarios, banqueros y
terratenientes, que ya poseen el poder económico. Por eso se dice que es Democracia obrera o
Dictadura del Proletariado, ya que se aplica el poder político contra el poder
económico instituido.
Este nuevo Estado debe ser
instaurado por la insurrección de las masas, guiadas por un partido único o frente
pluripartidista si fuese posible, con una línea partidaria que apunte a barrer
con las instituciones del Estado burgués y la legalidad que asegura el poder
económico de la minoría. La
élite revolucionaria consciente tiene el objetivo de instruir a la sociedad en
las formas de auto gobernarse, insta a elegir sus delegados en los puestos de
trabajo, comités de fábricas, granjas y talleres, mediante el cual se
aprenderá a administrar la economía, transformándose en una ciudadanía
cotidiana y un poder permanente.
Se discute sobre la viabilidad de
la eliminación de las condiciones de la existencia burguesa, supuesto para el
paso de la sociedad enajenada a la comunista. Esto significa que a medida que se avance
en la socialización del poder político y del poder económico se producirá la «extinción del
Estado» pasando a ser solo una estructura administrativa bajo control de
todos los ciudadanos. Este «no Estado» es el considerado como la etapa final
del socialismo: el
comunismo.
Democracia en el socialismo «real»
Los países con sistemas políticos inspirados en el comunismo marxista
conocidos como «socialismo
real» como Cuba poseen sistemas de gobierno que suelen utilizar la
denominación de
«democracias populares». Las llamadas «democracias populares» se caracterizan por estar
organizadas sobre la base de un sistema de partido político único o hegemónico,
íntimamente vinculado al Estado, en el que según sus promotores puede
participar toda la población y dentro del cual debe organizarse la
representación de las diferentes posiciones políticas, o al menos de la mayor
parte de las mismas. Por otra parte en las llamadas «democracias
populares» actuales la libertad de expresión y de prensa están restringidas y
controladas por el Estado.
Según sus defensores, la
«democracia popular» es el único tipo de democracia en la cual se puede
garantizar la igualdad económica, social y cultural de los ciudadanos,
ya que los poderes económicos privados no puede influir en el sistema de
representación.
Algunos marxistas opinan también que las actuales «democracias populares» no son
verdaderas democracias socialistas y que constituyen una deformación de los
principios originales del marxismo. En el caso concreto de China,
sostienen que ha desarrollado una economía orientada al capitalismo, pero se
vale de su título de “República Democrática Popular” para poder contar con mano
de obra barata, mediante la explotación de los trabajadores chinos, hasta
niveles de vida calificados como infrahumanos, tal como pasa en muchas democracias
capitalistas.
Democracia y derechos humanos
Por derechos humanos y de los
ciudadanos se entiende el conjunto de derechos civiles, políticos y sociales
que están en la base de la democracia moderna. Estos alcanzan su plena
afirmación en el siglo XX.
Derechos civiles: libertad
individual, de expresión, de ideología y religión, derecho a la propiedad, de
cerrar contratos y a la justicia. Afirmados en el siglo XVIII.
Derechos políticos: derecho a la
participación en el proceso político como miembro de un cuerpo al que se le
otorga autoridad política. Afirmados en el siglo XIX.
Derechos sociales: libertad
sindical y derecho a un bienestar económico mínimo y a una vida digna, según los
estándares prevalentes en la sociedad en cada momento histórico. Afirmados en
el siglo XX.
También se ha distinguido entre
derechos humanos de primera (políticos y civiles), segunda (sociolaborales),
tercera (socioambientales) y cuarta generación (participativos).
Democracia, mecanismos de control y accountability horizontal
Guillermo O'Donnell ha puesto de manifiesto la importancia de los
mecanismos de control o accountability horizontal, en las democracias modernas,
a las que él prefiere denominar «poliarquías». El control horizontal, se diferencia del control vertical
democrático que se realiza por medio de las elecciones periódicas, visualizado
como una conformación del Estado, integrado por diversas agencias con
poder para actuar contra las acciones u omisiones ilícitas realizadas por otros
agentes del Estado.
Las democracias modernas tienden
a establecer un complejo sistema de mecanismos de control de los cargos
públicos. Una de las manifestaciones de estos contrales horizontales es la
figura del impeachment o «juicio político», al que pueden ser sometidos tanto
los presidentes como los jueces, por parte de los parlamentos, de acuerdo a
ciertas constituciones, como la de Argentina, Brasil o Estados Unidos. Otras
agencias más modernas orientadas al mismo fin son el defensor del pueblo u
ombudsman, las sindicaturas de empresas públicas, los organismos de auditoría,
las oficinas de ética pública, etc.
Historia de la democracia
Clístenes, "padre de la democracia ateniense".
La democracia aparece por primera
vez en muchas de las antiguas civilizaciones que organizaron sus instituciones sobre la base de
los sistemas comunitarios e igualitarios tribales (democracia tribal).
Entre los casos mejor conocidos se encuentran la relativamente breve
experiencia de algunas ciudades estados de la Antigua Grecia, en especial
Atenas alrededor del año 500 a. C. Las pequeñas dimensiones y la escasa
población de las polis (o ciudades griegas) explican la posibilidad de que apareciera una asamblea
del pueblo, de la que solo podían formar parte los varones libres, excluyendo así al 75% de la población
integrada por esclavos, mujeres y extranjeros. La asamblea fue el
símbolo de la democracia ateniense. En la democracia griega no existía la representación, los cargos de gobierno eran
ocupados alternativamente por todos los ciudadanos y la soberanía de la
asamblea era absoluta. Todas estas restricciones y la reducida población
de Atenas (unos 300.000 habitantes) permitieron minimizar las obvias
dificultades logísticas de esta forma de gobierno.
En América en el siglo XII se formó la Liga Democrática y Constitucional
de Haudenosaunee, integrada por las naciones Séneca, Cayuga, Oneida, Onondaga y
Mohicanos, donde se
consagraron los principios de limitación y división del poder, así como de
igualdad democrática de hombres y mujeres. La democracia de Haudenosaunee
ha sido considerada por varios pensadores como el antecedente más directo de la democracia moderna.
Durante la Edad Media europea se utilizó el término de «democracias
urbanas» para designar a
las ciudades comerciales, sobre todo en Italia y Flandes, pero en
realidad eran gobernadas por un régimen aristocrático. También existieron
algunas democracias
llamadas campesinas, como la de Islandia, cuyo primer Parlamento se
reunió en 930 y la de los cantones suizos en el siglo XIII. A fines del siglo
XII se organizaron sobre principios democráticos las Cortes del Reino de León
(1188), inicialmente
llamado «ayuntamiento», debido a que reunía representantes de todos los estamentos sociales.
En escritores como Guillermo de Ockham, Marsilio de Padua y Altusio aparecen
concepciones sobre la soberanía del pueblo, que fueron consideradas como
revolucionarias y que más tarde serían recogidas por autores como Hobbes, Locke
y Rousseau. En Europa este República de las Dos Naciones con sistema político
de la mancomunidad, llamado Democracia de los Nobles o Libertad dorada, se caracterizaba por la
limitación del poder del monarca por las leyes y la cámara legislativa (Sejm)
controlada por la Nobleza de Polonia (Szlachta). Este sistema fue el
precursor de los conceptos modernos de democracia, Monarquía constitucional, y
federación.
En Europa el protestantismo
fomentó la reacción democrática al rechazar la autoridad del Papa, aunque por
otra parte, hizo más fuerte el poder temporal de los príncipes. Desde el lado
católico, la Escuela de Salamanca atacó la idea del poder de los reyes por
designio divino, defendiendo que el pueblo era el receptor de la soberanía. A su vez, el pueblo podía
retener la soberanía para sí (siendo la democracia la forma natural de
gobierno) o bien cederla voluntariamente para dejarse gobernar por una
monarquía. En 1653 se publicó en Inglaterra el Instrument of Government,
donde se consagró la idea
de la limitación del poder político mediante el establecimiento de garantías
frente al posible abuso del poder real. A partir de 1688 la democracia
triunfante en Inglaterra se basó en el principio de libertad de discusión,
ejercida sobre todo en el Parlamento.
En América la revolución de los comuneros de Paraguay de 1735 sostuvo el
principio democrático elaborado por José de Antequera y Castro: la voluntad del
común es superior a la del propio rey. Por su parte, en Brasil, los
afroamericanos que lograban huir de la esclavitud a la que habían sido
reducidos por los portugueses, se organizaron en repúblicas democráticas llamadas quilombos,
como el Quilombo de los Palmares o el Quilombo de Macaco.
La Independencia de Estados Unidos en 1776 estableció un nuevo ideal
para las instituciones políticas de base democráticas, expandido por la
Revolución francesa de 1789 y la Guerra de Independencia Hispanoamericana
(1809-1824), difundiendo las ideas liberales, los derechos humanos concretados
en la Declaración de Derechos de Virginia y la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, el constitucionalismo y el derecho a la independencia, principios
que constituyeron la base ideológica sobre la que se desarrolló toda la
evolución política de los siglos XIX y XX. La suma de estas revoluciones
se conoce como las Revoluciones burguesas.
Las constituciones de Estados Unidos de 1787 con las enmiendas de 1791,
Venezuela de 1811, España de 1812, Francia de 1848, y Argentina de 1853 ya
tienen algunas características democráticas, que registrarán complejos avances
y retrocesos. La evolución democrática inglesa fue mucho más lenta y se
manifestó en las sucesivas reformas electorales que tuvieron lugar a partir de
1832 y que culminaron en 1911 con la Parliament Act, que consagró la definitiva supremacía de la Cámara
de los Comunes sobre la de los Lores.
En realidad recién puede hablarse
de la aparición progresiva de países democráticos a partir del siglo XX, con la
abolición de la esclavitud, la conquista del sufragio universal, el
reconocimiento de la igualdad legal de las mujeres, el fin del colonialismo
europeo, el reconocimiento de los derechos de los trabajadores y las garantías
de no discriminación para las minorías raciales y étnicas.
Transición y cultura democrática
En aquellos países que no tienen una fuerte tradición democrática, la introducción de elecciones
libres por sí sola raramente ha sido suficiente para llevar a cabo con éxito
una transición desde una dictadura a una democracia. Es necesario
también que se produzca un
cambio profundo en la cultura política, así como la formación gradual de
las instituciones del gobierno democrático. Hay varios ejemplos de países que
sólo han sido capaces de mantener la democracia de forma muy limitada hasta que han tenido lugar
cambios culturales profundos, en el sentido del respeto a la regla de la
mayoría, indispensable para la supervivencia de una democracia.
Uno de los aspectos clave de la
cultura democrática es el concepto de «oposición leal». Éste es un cambio
cultural especialmente difícil de conseguir en naciones en las que
históricamente los cambios en el poder se han sucedido de forma violenta. El término se
refiere a que los principales actores participantes en una democracia comparten
un compromiso común con sus valores básicos, y que no recurrirán a la fuerza o
a mecanismos de desestabilización económica o social, para obtener o recuperar
el poder.
Cuando la guerra se produce, las
democracias a veces responden con lentitud a causa de los requisitos legales y
burocráticos necesarios para tomar decisiones. En una democracia normalmente el parlamento debe aprobar una
declaración de guerra antes de comenzar o incorporarse a las hostilidades,
aunque algunas veces el ejecutivo tiene poder para tomar la iniciativa
simplemente informando al parlamento de la decisión. Además, si se
instituye un alistamiento de cara a la eventual guerra, la ciudadanía puede
protestar. Las monarquías
y dictaduras en teoría pueden actuar inmediatamente por no estar sujetas al
funcionamiento legal y burocrático de las democracias, pero a menudo no
lo hacen, e históricamente las monarquías también realizaban declaraciones de
guerra. A pesar de todo lo comentado, o quizá a causa de ello, históricamente
las democracias han sido capaces de mantener su seguridad.
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