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PONGO MIS PALABRAS EN TU BOCA

 

Jeremías fue uno de los más valiosos profetas del pueblo judió y su misión inicia hacia el año 626. a. C.

 

El libro atribuido a él comienza con hermosas palabras en las que Dios dice cómo lo ama y lo elige para su misión: “Antes de formarte en el seno de tu madre ya te conocía, antes de que nacieras yo te consagré y te destiné a ser profeta”.

 

Entonces él, que nació en una familia de sacerdotes, se siente incapaz de asumir esa exigente vocación:

“Ay, Señor, ¿cómo podría hablar yo que soy un muchacho?”.

 Y Dios le responde con mucho amor: “No me digas que eres un muchacho, irás adonde quiera que te envíe y proclamarás todo lo que yo te mande.

 

No les tengas miedo porque estaré contigo para protegerte, palabra de Yahvé.

 Pongo mis palabras en tu boca”.

 

Un profeta anunciaba el mensaje divino y denunciaba una falsa fe y los abusos de los poderosos y el pueblo.

 

 Exigente misión, pero confiaba en esta promesa “Yo estaré contigo”.

 

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