El
sentirse apreciado y valorado por el otro ayuda al éxito de una pareja.
La
clave es aprender a lidiar con las diferencias irremediables.
Si de relaciones afectivas se trata, los mitos
abundan, pero son precisamente estas falsas creencias las que pueden terminar
jugando en contra de la tan anhelada felicidad.
"La pareja feliz es la que no
pelea".
"La pareja feliz es que ha logrado que
las dos personas sean una sola".
" La pareja feliz es aquella en la que
uno no necesita pedir al otro, porque éste, como me quiere y me conoce, sabe lo
que necesito".
Más
que hablar de parejas felices, se debe hablar de la "satisfacción en la
relación". Al ser todos diferentes, los conflictos de pareja son inevitables.
Incluso las diferencias tienen su lado
positivo: pueden ser la señal de que el otro importa y promueven la creatividad
y la posibilidad de generar cambios hacia una mayor satisfacción de ambas
partes. La clave está en
manejarlos de forma adecuada.
Existen
parejas que tienen una mayor satisfacción en su relación que otras. ¿Cuáles son esos ingredientes que marcan la diferencia y que le dan
un buen pronóstico a la unión?
Aprender a discriminar
El afecto positivo, es decir, el sentirse
apreciado y valorado por el otro; tener proyectos conjuntos; aceptar que haya
diferencias en una relación, que todos tenemos vulnerabilidades que siempre
estarán presentes en el vínculo, y tener la capacidad de reparar los malos ratos, lo cual permite
retomar el diálogo después de las peleas.
Es muy importante poder ser capaces de
discriminar entre problemas con y sin solución -que corresponden al 70 por
ciento de las discusiones.
Estas parejas dialogan con afecto sobre los
problemas perpetuos, pero se dedican a resolver lo que sí se puede". En
otras palabras, saben manejar los conflictos recurrentes.
El
peor error ponerse a la defensiva y negar la situación cuando esta hace una
crítica; desprecio por el otro y la indiferencia.
Es
esencial no usar calificativos negativos respecto de la conducta del otro, pues pone en riesgo la confianza básica (del estilo "eres un
egoísta").
Las
parejas más plenas también entienden que no existe una sola verdad y que la
perspectiva del otro puede tener legitimidad, aunque uno
no esté de acuerdo.
En general, "las parejas que tienen mayor satisfacción en su
relación generalmente operan más en la lógica del cuidado del otro, que en la
de la justicia relacional, que es cuánto doy yo y cuánto das tú".
Hay
parejas que dialogan con afecto sobre los problemas perpetuos, pero se dedican
a resolver lo que sí se puede.
Estilos de enfrentar conflictos
Se
distinguen tres tipos de personas: evitadora, volátil (intensa emocionalmente) y consensual (conversa los
problemas). Según los expertos, las combinaciones de estos estilos dan como
resultado:
Consensual
con volátil:
Quien
tiende al diálogo se siente no escuchado por la intensidad de la reacción del
otro, entonces
maneja la situación con distancia y lógica. Esto desespera más al
volátil, quien considera que su pareja es fría y poco comprometida. Empeora con
las atribuciones negativas ("eres una descontrolada", "eres
frío, no te importo", etc.).
Evitador
con consensual:
Uno
quiere llegar a consenso y persigue al otro para "hablar del
problema". El evitador evade, y el otro se siente
dejado de lado e insiste, pero el cónyuge se arrancha. La situación empeora al
caer en atribuciones negativas ("nada te importa", "te gusta
molestarme").
Volátil
con evitador:
La persona evitadora vive temerosa de la reacción del otro frente a las
dificultades y se esfuerza por evitar conflictos. El volátil se siente
aún más rechazado, con lo que crece la intensidad de su queja. Cuando el
círculo se vuelve vicioso, las atribuciones negativas son aún mayores ("me
casé con un loco", "y tú eres cobarde").
Motivo de discordia
Las
principales causas de discusión surgen con las expectativas que tiene el uno
sobre el otro, y la frustración al no cumplirse:
El
orden es uno de los principales conflictos: '¿Por qué
dejas eso ahí?' '¿Por qué no recoges esto? o '¿Por qué no limpias esto?'
Hábitos
como prender la luz para leer cuando el otro quiere dormir
o ver un programa de televisión cuando la pareja quiere ver otro canal, son
razones de discusión.
La
plata y la concepción que se tiene de manejarla es otro
motivo de desavenencias: '¿Por qué gastas tanta plata en eso?' o '¿Por qué no
compramos mejor esto?'.
Finalmente cuando los dos bajan las expectativas que tenían, tratan
de ponerse en el lugar del otro y entienden que cada uno tiene costumbres
diferentes, es cuando logran superar esas dificultades de la vida cotidiana
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