Las
palabras simpatía y empatía tienen su origen en la palabra griega pathos que
significa sufrir, padecer o sentir.
De esa
misma raíz procede la
palabra compasión que puede leerse al contrario: “pasión con”: sientes
con alguien.
En
otras palabras, haces tuyo
el dolor de los demás y entonces sirves con amor, sin cargar cruces ajenas.
Servicio y ayuda no son lo mismo
ya que al ayudar se tiende
a ver al otro como menos y como un pobrecito.
Cuando sirves ves al otro como
un ser capaz y, en lugar de darle el pescado, le enseñas a pescar.
De lo contrario le tendrás que
ayudar toda la vida y fácilmente se recostará en ti como un mantenido.
La simpatía te mueve con amor a
la solidaridad, a brindar afecto, a vivir una comunión de sentimientos.
Compasión
y simpatía son distintos nombres del amor dadivoso y que
no tiene la dureza de la indiferencia.
Puede
pasar que en ciertos momentos de la vida te sientas sin ganas de hacer nada y como un marino sin
brújula o GPS.
Si te serenas y examinas tu
vida, verás que por distintas razones has descuidado tu ser: espíritu,
mente y emociones.
Si no cambias solo, busca ayuda
y te aplicas a mejorar.
Si no,
la tristeza se convertirá en aflicción y de ahí caes a la depresión.
A ese
estado deplorable no llegas si cuidas tu alma, controlas tu mente y cultivas buenas emociones.
Ahora
bien, sincérate, de los
1440 minutos de cada día ¿cuántos dedicas a nutrir y mejorar tu ser?
¿Puedes tener un espíritu vigoroso y sereno simplemente rezando unos cuatro minutos en el día de modo
repetitivo? Para estar bien necesitas dedicar buen tiempo a relajarte, meditar, leer algo
inspirador y estar en comunión con Dios.
Hipnotizado por lo aparente el humano vive
desentendido de su ser y aún así se dice: ¿Por qué estoy tan mal si yo soy bueno?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios