El
13 de julio de 1984, Terry Wallis iba conduciendo su furgoneta con dos amigos
por las montañas Ozark, Arkansas, cuando se salió de la pista forestal, dio una
vuelta de campana y salió despedido. Tenía 19 años, estaba casado con una joven
de 15 años y tenían una hija de 6 meses. Cuando la policía encontró la
furgoneta, Wallis estaba en coma. Y así quedo hasta que en 2003, 19 años
después del accidente, empezó a hablar.
Hay que decir que Wallis nunca llegó a estar en coma profundo. Su
situación era definida como "estado de conciencia mínimo". A veces, daba signos que no
se dan en el "estado vegetativo persistente" que tenía Terry Schiavo.
Aquella
mujer saltó a la fama por la batalla entre partidarios y detractores de la
eutanasia. Schiavo fue desconectada, a petición de su marido, de la
máquina que la mantenía viva desde 1990 en marzo de 2005.
Otra famosa mujer que quedó en estado vegetativo fue
Eluana Englaro, que también había quedado así a consecuencia de un accidente de
tráfico. Wallis, sin
embargo, estaba despierto y ocasionalmente ofrecía signos de entendimiento pero
era incapaz de interaccionar con el mundo exterior.
Alrededor de 3 días después de
haber empezado a hablar recuperó la habilidad de moverse y recuperarse, y
conoció a su hija que tenía en aquel momento 20 años. Algo difícil, pues Wallis cree
que él mismo todavía tiene 19 años y que Ronald Reagan es el actual
presidente de los EEUU. Al no entender esta situación, su madre y su hija lo
llevaron a Nueva York a que fuera examinado por neurólogos especialistas en
traumas del cerebro.
La plasticidad del cerebro
Pues bien, hay una estructura llamada cuerpo calloso, una
serie de conexiones que ponen en contacto ambos hemisferios. En el caso de Wallis, el cuerpo
calloso había sufrido importantes daños. Lo interesante es que a lo
largo de todo aquel tiempo se formaron nuevas conexiones entre ambos hemisferios del cerebro
por la parte trasera (parte occipital). Estas conexiones que se habían formado
en el cerebro de Wallis no existen en los cerebros normales.
Y no solo eso. También se han observado cambios significativos desde los 2 meses
después de que hubiera despertado hasta los 18 meses después. Se habían
producido nuevas conexiones entre zonas cerebrales relacionadas con el lenguaje
y el movimiento.
Esto
ha hecho ver a los científicos que no conocemos los límites de la plasticidad
cerebral y que seguiríamos sin haber tenido idea de no haber sido por este
hombre. Y esto ha obligado también a los científicos a interesarse en
conocer los mecanismos de esta plasticidad.
Desgraciadamente, hay que unir todo esto a que después del accidente
quedó tetrapléjico, con lo que su situación no puede ser muy cómoda ni
aunque se recuperara totalmente.
Otro de los daños del cerebro de Wallis está en el lóbulo
temporal derecho. Esta
región interviene en la consolidación de la formación de recuerdos. No
es capaz de almacenar las cosas que va viendo y no es capaz de asimilar lo que
va aprendiendo. Como comentábamos, para él su hija sigue siendo un bebé y
Ronald Reagan sigue siendo presidente de los EEUU a no ser que haya otro cambio
en su cerebro que sea capaz de arreglar esta parte, muy similar a lo que tenía
Henry Molaison (este último por otras circunstancias), incapaz de tener nuevos recuerdos.
El caso de Wallis plantea dos
cuestiones éticas y filosóficas. Por un lado, la importancia de saber si una
persona en coma es capaz o no de recuperarse y hasta qué punto puede llegar una recuperación
gracias a la plasticidad del cerebro. Y por otro lado está el problema
de la incapacidad de formarse nuevos recuerdos.
Sin
esta última capacidad, hemos de preguntarnos qué o quiénes somos. Nuestra personalidad, nuestra
vida y nuestro yo están muy ligados a las experiencias que hemos vivido
y que están, a su vez, muy
ligadas a la capacidad que tenemos de guardar recuerdos. Si no somos
capaces de cambiar nuestra memoria, ¿somos nosotros mismos? ¿somos las mismas personas ahora
que hace 10 años?
Aun así, el padre de Wallis dijo que: a menudo Terry nos dice lo feliz que es por estar vivo.
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