Cada vez hay más precarización
Armand
Mattelart es un importante sociólogo belga nacido en 1936 que ha sido
fundamental en la discusión de las ciencias sociales y las ciencias de la
comunicación.
Armand
Mattelart es uno de esos nombres imprescindibles para lo que podría llamarse el
'canon' de los estudios en Comunicación, pues sus libros se han convertido en
mucho más que textos de referencia para las facultades que se ocupan de esta
materia.
Sus
investigaciones y planteamientos son una parte fundamental del pilar de los
estudios que han mirado en perspectiva y con profundidad la inserción, el rol y
los efectos de la comunicación entendida como saber y como práctica en la vida social,
cultural y política del hombre contemporáneo.
Estos son algunos apartes de una entrevista sobre varias
problemáticas del entorno actual.
Usted
ha dicho que su generación es hija de la guerra e idealista, ¿cómo se
describiría a las generaciones actuales?
Mi
generación sufrió la guerra y el periodo de reconstrucción; con ello, vinieron
unos años de gran prosperidad y nunca tuvimos problemas para encontrar trabajo
habiendo hecho estudios universitarios. Pero lo que ha cambiado
drásticamente, a partir del momento en el que el proyecto neoliberal
avanza progresivamente con este mundo de competición entre individuos, es que
cada vez hay más procesos de precarización. Creo que eso es un problema clave.
¿Cómo se manifiesta la precarización?
Por ejemplo, en Francia, de diez estudiantes de doctorado
que pasan la tesis, muy pocos consiguen un trabajo
en el mercado que valore toda su inversión anterior. El fenómeno de
precarización es un hecho dado y es dramático, porque hay un descontento
que genera nuevas formas de protestas. Actualmente, estamos viviendo
en un mundo donde florecen muchas contestaciones, no solamente de los
inmigrantes que tratan de incorporarse y no pueden, sino también de una capa que antes no
estaba alcanzada por la precarización. Precisamente, lo que sucedió en
Chile con la protesta de los estudiantes es una manifestación clara de la
precarización.
¿A ello podría atribuírsele también el movimiento de los indignados, que hemos
visto en varias latitudes?
Claro. Indignados porque se les ha
prometido una sociedad a la que podían entregarse, pero llegan a ella con
diplomas que no les permiten lograr nada. Es un problema porque además uno sabe que el
trabajo es un elemento fundamental de la definición de la identidad.
Entonces, yo creo que si sigue esta tendencia, si no hay un cambio
drástico en la manera en que concebimos la evolución del mundo y los modelos de
organización social, va a haber cada vez más contestaciones.
¿En ese escenario, las redes sociales podrían considerarse como un
foro público en el que al menos pueden dejar oír su voz, sus quejas, su inconformidad, su
indignación?
El proyecto de redes es de la comunicación. Originalmente es un proyecto individualista para conseguir notoriedad y
reconocimiento. Sin embargo, es evidente que en el contexto actual, muchas veces las redes juegan un papel importante de auxiliar a las
protestas, a las crisis. Las redes no son más que elementos que dinamizan en un momento
determinado, porque hacen circular información, pero no son ellas las que
movilizan.
Pero no se puede negar que hoy las redes
sociales son un actor protagonista de los movimientos sociales...
Claro, son fundamentales, pero mayoritariamente no dan un resultado político.
Hay que ir en contra de la idea, de ese concepto determinista, de que la
tecnología y las redes son
el actor principal que produce cambios, pues la causa que finalmente motiva las
rebeliones es un pensamiento social.
Eso me hace recordar el informe 'La informatización de la
sociedad', de 1978, en el que se sugería que las nuevas tecnologías de información
y comunicación iban a poder resolver las crisis.
Es que en América Latina, los años setenta son de
dictaduras, pero en Europa son un momento de crisis de la gobernabilidad de las
democracias liberales. Los propios gobiernos se han
dado cuenta de que las tecnologías no dan la sociedad prometida. En
el caso de Francia, el hecho de pensar que se podía salir de la crisis con las
tecnologías de información hizo
que el país olvidara reindustrializarse y hoy no tenemos industria. La
idea de que la tecnología determina una nueva forma de sociedad proviene muchas
veces de conceptos deterministas, y aunque uno no se puede negar que las
tecnologías son un elemento de cambio, tampoco se puede hacer depender el
cambio social de los cambios tecnológicos, eso se llama
tecnodeterminismo; aunque aclaro que no se trata de incurrir en una fobia por
ellas, pero si se mira con detenimiento, hoy se ven claramente todas esas
contradicciones de estar obnubilados por las tecnologías. Entonces, lo que
sucedió en esos años setenta es ese paso de la ideología del progreso sin fin al de la comunicación sin fin;
por eso es un momento clave para las teorías de la comunicación y la reflexión
sobre la comunicación.
¿Cuáles
serían los nuevos retos de la comunicación?
El reto es tener el conocimiento
de lo que ocurre y de lo que significa toda esta evolución tecnológica y de la
manera de cómo se inserta en la sociedad. Mucha gente no sabe lo que ocurre a nivel del
desarrollo tecnológico, así que en función del conocimiento hay que ver
cuáles son las fuentes que tiene cada sociedad para pensar críticamente estos
modos de inserción de las tecnologías dominantes.
¿Y cuáles
serían los retos para los jóvenes de hoy que quieren hacer parte de los
medios de comunicación?
Es
adentro de los sistemas de enseñanza de la comunicación donde la mente se forja
como comunicador consciente. Adentro de su propia formación
el joven debe estar convencido de que es importante la reflexión paralelamente
a la apropiación de la tecnología. También hay responsabilidad en
los centros de docencia, porque allí es donde se da la investigación, y la
importancia de ella es que
alimenta la reflexión crítica sobre los medios. El peligro es que
las facultades se transformen en escuelas técnicas, porque no puede
haber prácticas renovadoras si no hay un sustento en la reflexión teórica y si
además la teoría no va a la par con las prácticas.
A propósito de los acontecimientos del 11 de septiembre,
usted escribe en el 2007 el libro 'Un mundo vigilado', en el que habla de los
ficheros, las bases de datos y esa sensación de estar constantemente y en la
vida cotidiana bajo la mirada de agentes de seguridad. ¿Cómo puede asumir el ciudadano común este sentido
de vigilancia?
El gran problema hoy es que en
las democracias ha ganado espacio el concepto de seguridad nacional, porque en
respuesta al terrorismo se han internacionalizado ciertas doctrinas que hacen
pensar al estado en términos de vigilancia. Eso debe tomarse como un
problema político para que llegue a ser discutido como tema de la democracia,
porque bajo el lema de que para tener más libertad, se necesita más seguridad, el desequilibrio
va a favor de la seguridad porque se atropellan las
libertades individuales. Es un problema porque se puede resistir
personalmente a no ser fichado evitando inscribirse a bases de datos y demás
sistemas de redes de datos, pero no hay fuentes de resistencia masiva. Una manera, sin celebrarla
como la única, son los 'hackers', pues resisten a un fichamiento general.
¿Qué lecciones
podría sacar América Latina de la crisis actual de Europa?
Básicamente, la manera de construir una unión entre los
países latinoamericanos. Yo creo que el error de la Unión
europea era construir a partir de la variable económica. Es una lección importante
ver que no se puede construir una identidad supranacional regional sin pasar
por una concepción más amplia de lo que necesitan los ciudadanos.
Para terminar, no puedo dejar de preguntarle por su libro
'Para leer al Pato Donald', que es una lectura clásica e ineludible en las
facultades de comunicación. ¿Cree que la clave de lectura es posible aplicarla
a otras series de televisión que llegaron para quedarse, como Los Simpson?
Ese pato me persigue, pero es un pato amable... Pues
mecánicamente no, porque hubo
una evolución grande en las industrias culturales. Yo creo que la
relación entre la periferia y el centro que mostraba en el pato ha cambiado,
digamos que se han suavizado los modos de dominación. No obstante, siguen las
tendencias racistas, antimujer etc. Yo diría que lo que se puede hacer hoy con
ese libro es apoyarse en la idea de que es importante interrogarse cada vez más sobre las
ideologías, porque la ideología es una cuestión cotidiana, que pasa a través de
la escuela, de los medios, de todas las instituciones, para ir en busca de
significados segundos, con el fin de atar todo lo que está detrás de lo
manifiesto.
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