Son
muchos los secretos de las buenas madres:
Primero
que todo, está la manifestación de amor único que solo ellas pueden dar. Es ese amor incondicional que nos acompaña en todos los momentos de la
vida. Este amor es verdaderamente sabio, ya que viene acompañado de firmeza e
infinita ternura. Una buena mamá sabe que debe imponer en su hogar una
disciplina que incluya reglas, rutinas y límites, pero siempre en tono
protector y no persecutorio. Sabe que la cantaleta de poco sirve.
Otro
secreto de las buenas madres es mostrarles a los hijos el camino, ser una buena
guía sin ser excesivamente controladora ni sobreprotectora. Estas buenas madres
les dan a los hijos oportunidades de aprender y, por lo tanto, de cometer errores. No les dan a los pequeños todo lo que quieren, les dan lo que
necesitan. Por esta razón, las buenas mamás pasan por etapas en las que no son
tan populares con sus hijos, pero ellas saben que esto es pasajero.
Las
buenas mamás pasan tiempo individual con cada hijo y conocen muy bien cada
fortaleza y cada talento de ellos para apoyarlos en el desarrollo de estos.
Las buenas madres saben hacer frente unido con
el padre. Entienden claramente que los hijos necesitan también de un buen papá,
que complemente la labor de ella.
Una
buena madre comparte tiempo con sus hijos y les enseña a depender cada día
menos de ella. Les da las herramientas para que eventualmente puedan caminar
solos por la vida.
Las
buenas madres quieren con toda el alma, pero saben que los hijos son prestados
y los dejan ir cuando ven que llegó el momento. Eso sí, aunque los hijos sean
adultos, saben que siempre pueden contar con el apoyo y el amor incondicional
de su mamá.
Otro secreto de las mamás es que siempre hay
que confiar en su intuición. Ellas
siempre saben cuándo algo anda mal con sus hijos. Hay que creer si una mamá
dice que algo pasa con su hijo.
Entiende
tu valor como madre: Es difícil sentirse una buena madre.
No importa cuántas cosas hagas bien, uno tiende a colgarse en lo negativo. La
sociedad tampoco ayuda. Hay críticas para las madres que trabajan, pero también
para las que se quedan en casa. Si tus hijos están saludables, te miran con
amor (se le iluminan los ojos cuando te ven), y buscan tu mano y tus abrazos,
ten la certeza de que eres una gran madre. Trata de verte como te ven ellos,
como una gran mujer indispensable en sus vidas.
Conserva
tus amistades: ¿Cuántas veces has podido tener una buena charla con tu mejor
amiga desde que nacieron tus hijos? En la locura del día a día queda poco
tiempo para los amigos, pero estos son indispensables para la felicidad. Esfuérzate para mantener cerca a la gente que te mejora la vida.
Cuida tu vida espiritual: Seguir conectada a
tus creencias y tomarte el tiempo para reflexionar sobre ellas te ayuda a
encontrar paz interior. También te hará sentir que tus hijos tienen alguna
protección más allá de la que tú le puedes dar.
Evita competir: Aunque te cueste admitirlo,
todas las madres competimos de alguna forma con otras mamás, pero esto sólo nos
trae infelicidad, celos y un estado de constante inseguridad. Uno sólo ve lo
que los otros quieren mostrar. Acuérdate: ¡Tú eres la mejor madre que tu hijo
puede tener!
Crea una relación saludable con el dinero:
Todos sabemos que el dinero no es la clave de la felicidad, y que comprar a los
niños todo lo que quieren no es bueno para ellos. Sin embargo, es tan difícil
decirles que no. Dar es parte del instinto maternal, pero no te olvides de que
lo que ellos de verdad van a recordar es tu amor, no si les compraste el
juguete de moda.
Busca tiempo para estar sola: Es esencial para
estar saludable física y mentalmente pasar ratos con nosotras mismas, para
recargar las energías y encontrar nuestro centro interno. No lo veas como
egoísmo, sino como una inversión en la persona más importante para la felicidad
de tu familia: tú.
Da y recibe amor de forma saludable: ¿Cómo
quedó la relación con tu pareja después de que nació tu primer hijo?¿Cómo está
tu nivel de tolerancia? Si pasamos el día criticando a nuestra pareja y a
nuestros hijos creamos barreras en la familia y dañamos nuestras relaciones.
Serás más feliz si aprendes a dejar pasar muchas de esas cositas que te
molestan, pero no son realmente importantes. Tus seres queridos se sentirán más
relajados y valorados, y estarán dispuestos a tenerte más paciencia a ti
también.
Simplifica
tu vida: Hay que entender que uno no puede controlar todo, ni siempre hacerlo
todo bien. Tampoco hay que tratar de estar en todas partes, tener de todo y ofrecerles
lo máximo a tus hijos. Busca lo esencial, las cosas que realmente tienen valor
en tu escala de valores. Aprende a establecer prioridades.
Deja el miedo de lado: Nadie dijo que es
fácil. Obvio que todos sabemos los peligros que acechan a nuestros hijos, pero
no sirve de nada preocuparse más de lo necesario por cosas que no podemos
controlar, o que ya pasaron. La vida es muy corta para perderla entre temores.
Vivir con esperanza es una decisión. ¡Atrévete!: La vida no puede
sustententarse sin esperanza. La ilusión requiere que tengamos fe en dos
cosas: en el futuro y en la posibilidad de que ese futuro traerá cosas buenas.
Una actitud optimista hace la vida mucho más fácil y enseña a nuestros hijos a
tener confianza, en sí mismos y en los que los rodean.
Ponga
en práctica estos secretos del corazón de las buenas madres y verá que
multiplicará la felicidad y la salud mental de sus hijos. Al fin y al cabo,
cuando mamá está bien, contenta y satisfecha, este sentimiento se transmite a
toda la familia. Por eso, es esencial que mamá sea feliz, y así todos los hijos
se beneficiarán.
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