Él: “¡Nunca imaginé que fuéramos tan
diferentes! Por ejemplo, yo funciono mejor por las mañanas, mientras que ella
está más activa por las noches.
Además, no hay quien entienda sus cambios de humor.
Y si me pongo a cocinar, ¡no deja de regañarme! ¿Por qué le molesta tanto que me limpie las manos con el paño?”.
Ella: “Mi esposo es hombre de pocas
palabras, mientras que, en mi familia, todos hablamos mucho, sobre todo a la
hora de comer.
Y cuando él cocina, ¡siempre se limpia las manos con el paño de secar los platos! ¿Cómo harán otras parejas para entenderse? ¡Con razón dicen que el primer año de casados es el más difícil!”
ES
POSIBLE que este tipo de situaciones les resulten familiares a muchos recién
casados.
Tal vez les haya pasado que, de repente, empiezan a ver defectos donde
antes no parecía haberlos.
Pues bien, ¿qué pueden hacer para que “los problemas normales de la vida de casados” no pongan en peligro su relación?
En primer lugar, no piensen que, por estar ustedes casados, ya son unos expertos en lo referente al matrimonio.
Seguramente, mientras eran solteros, aprendieron a llevarse bien con otra gente y, durante el noviazgo, desarrollaron otras cualidades que los acercaron más el uno al otro.
Sin embargo, el matrimonio someterá su relación a otras pruebas que los obligarán a cultivar nuevas cualidades.
Y claro está, como en todo proceso de aprendizaje, cometerán errores.
Pero eso no quiere decir que su matrimonio no pueda salir adelante.
La mejor forma de adquirir una destreza
es consultando a un experto en la materia y poniendo en práctica sus
sugerencias.
Pues bien, el mayor experto en el tema del
matrimonio es Dios.
A fin de cuentas, si los seres humanos nos casamos es porque Dios nos creó con ese deseo.
Así pues, veamos qué consejos da en su Palabra, la Biblia, a los recién casados.
Sin duda los ayudarán a superar las dificultades que surjan y cultivar las habilidades necesarias a fin de que su matrimonio dure mucho más de un año.
1.-
CONSÚLTENSE EL UNO AL OTRO
¿Por qué es difícil?
A veces uno de los cónyuges olvida que sus decisiones afectan al otro.
Ese era el problema de Keiji, * de Japón.
Él explica: “Solía aceptar invitaciones sin preguntarle a mi esposa.
Y claro, luego resultaba que ella no siempre podía cumplir con esos compromisos”.
Allen, de Australia, se resistía a consultar a su esposa debido a su crianza.
“Me habían enseñado que un hombre de verdad nunca consultaba nada con su esposa.
” Algo parecido le pasaba a Dianne, que vive en Gran Bretaña: “Estaba acostumbrada a pedir consejos a mi familia al tomar alguna decisión, así que al principio los consultaba a ellos y no a mi esposo”.
¿Cuál
es la solución?
Recuerden que Dios ve a los cónyuges como “una sola carne”.
Para él, ninguna otra relación humana es más importante que la que existe entre un hombre y su esposa.
Y hay algo fundamental para mantener fuerte ese vínculo: una buena comunicación.
¿POR
QUÉ NO INTENTAN ESTO? Sigan
los siguientes pasos cada vez que uno tenga que tomar una decisión que afecte
al otro.
1) Explíquele a su cónyuge cuál cree que es la mejor opción sin
plantearla como si fuera un ultimátum o una decisión ya tomada.
2) Pregúntele su opinión y no olvide que su pareja tiene derecho a pensar de forma diferente.
3) Demuestre que es razonable complaciendo en lo posible los deseos del otro..
2.-
HABLEN CON TACTO
¿Por qué es difícil?
Muchas personas han sido educadas en familias o en culturas donde no se considera ofensivo expresarse con cierta brusquedad.
Liam, por ejemplo, que vive en Europa, admite: “De donde yo vengo, la gente no se anda con rodeos.
Por eso, tuve que aprender a expresar mis deseos con tacto para no ofender a mi esposa”.
¿Cuál
es la solución?
Piensen que no todo el mundo está acostumbrado a que lo traten con el mismo grado de franqueza.
El apóstol Pablo dio un consejo a cierto
misionero que puede resultarles muy útil a los recién casados: “El esclavo del Señor no tiene
necesidad de pelear, sino de ser amable”.
El término griego original que se vierte “amable” también puede traducirse por “lleno de tacto”.
Así pues, los recién casados harán bien en cultivar tacto, es decir, la habilidad para intervenir en asuntos delicados o para tratar a los demás en situaciones comprometidas sin ofenderlos.
¿POR
QUÉ NO INTENTAN ESTO? Si
su pareja hace algo que le molesta, piense en cómo se lo diría si, en vez de
ser su cónyuge, fuera un buen amigo o su jefe.
¿Emplearía el mismo tono y las mismas palabras? Que cada uno haga una lista de por qué su cónyuge merece que lo traten con más respeto y tacto que un amigo o un jefe.
3.-
ADÁPTENSE A SU NUEVO PAPEL
¿Por qué es difícil?
Por un lado, puede que los varones recién casados no sepan ejercer de cabezas de familia y, sin quererlo, ofendan a sus esposas.
Y por otro, ellas quizá no estén acostumbradas a hacerle sugerencias a su esposo con tacto.
Un italiano llamado Antonio explica su problema: “Mi padre casi nunca consultaba a mi madre, así que cuando formé mi propia familia, me comportaba como si fuera un dictador”.
El problema de Debbie, de Canadá, era otro.
“No le pedía a mi esposo que fuera más ordenado: se lo exigía.
Y, claro, con esa actitud de mi parte, él nunca daba su brazo a torcer.”
¿Cuál
es la solución en el caso del esposo?
Algunos hombres confunden la instrucción bíblica de que la esposa debe sujetarse a la autoridad de su cónyuge con la obediencia que un hijo debe a sus padres.
Pero ambas relaciones son muy distintas.
La Biblia dice que el esposo “se adherirá a su esposa, y los dos serán una sola carne”, mientras que no dice nada parecido de la relación entre padres e hijos.
Es más, Jehová describe a la esposa como un complemento, o compañera, del esposo.
Sin embargo, en ningún momento dice que un hijo sea el “complemento” de sus padres.
Así pues, el hombre que trata a su esposa como si fuera su hija no estaría respetando las instrucciones divinas.
En
realidad, la Biblia
exhorta al varón a tratar a su esposa del mismo modo en que Jesús trata a la
congregación cristiana.
¿Y cómo puede el cabeza de familia imitar a Cristo? ¿Qué puede hacer para que a su esposa le resulte más fácil cumplir con su papel? Primero, no debe esperar que ella acepte su autoridad y dirección desde el primer momento y sin equivocarse.
Y segundo, debe tratarla —aun en circunstancias difíciles— con el mismo amor y cuidado con el que trata su propio cuerpo.
¿Cuál
es la solución en el caso de la esposa?
Debe reconocer que Dios ha elegido al varón como cabeza de familia.
De modo que la mujer que respeta el papel de su marido también muestra respeto por Dios.
Pero si no acepta la autoridad de su esposo, no solo estará rechazándolo a él, sino también a Dios y sus normas.
Pareja
lavando los platos
¿Y si no concuerdan en algún asunto serio? En vez de atacar al esposo, lo más sabio es atacar el problema.
Así lo hizo la reina Ester.
Cuando quiso que su esposo, el rey Asuero, corrigiera una injusticia, no se concentró en si él tenía la culpa o no.
Más bien, le planteó la situación con tacto y, como resultado, él le dio la razón e hizo lo que era justo.
Entonces, ¿qué puede hacer la mujer para que su esposo la ame más profundamente? Primero, ser paciente mientras él aprende a ejercer su papel de cabeza y, segundo, tratarlo con respeto, incluso cuando él cometa errores.
¿POR
QUÉ NO INTENTAN ESTO? En
vez de llevar la cuenta de lo que el otro debe hacer, concéntrense en lo que
cada uno debe cambiar.
Esposo, cada vez que note que a su esposa no le gusta el modo en que usted ejerce su papel como cabeza de familia, pregúntele cómo puede mejorar.
Esposa, cuando su esposo se queje de que usted no lo respeta, pregúntele cómo puede mejorar.
Que cada uno anote las sugerencias del otro y trate de ponerlas en práctica.
Sean realistas
Lograr un matrimonio feliz es como aprender a andar en bicicleta.
Al principio, todo el mundo va dando tumbos porque cuesta mantener el equilibrio.
De igual modo, es normal que los cónyuges
cometan errores durante sus primeros años de casados.
Así pues, cultiven un sano sentido del
humor.
Aprendan a reírse de sus propios errores, pero tómense en serio las preocupaciones de su pareja.
Aprovechen las oportunidades que se les presenten para hacerse felices el uno al otro durante el primer año de matrimonio.
Pero sobre todo, déjense guiar por la Palabra de Dios.
Verán cómo se fortalece su matrimonio con cada año que pasa.
Además, no hay quien entienda sus cambios de humor.
Y si me pongo a cocinar, ¡no deja de regañarme! ¿Por qué le molesta tanto que me limpie las manos con el paño?”.
Y cuando él cocina, ¡siempre se limpia las manos con el paño de secar los platos! ¿Cómo harán otras parejas para entenderse? ¡Con razón dicen que el primer año de casados es el más difícil!”
Pues bien, ¿qué pueden hacer para que “los problemas normales de la vida de casados” no pongan en peligro su relación?
En primer lugar, no piensen que, por estar ustedes casados, ya son unos expertos en lo referente al matrimonio.
Seguramente, mientras eran solteros, aprendieron a llevarse bien con otra gente y, durante el noviazgo, desarrollaron otras cualidades que los acercaron más el uno al otro.
Sin embargo, el matrimonio someterá su relación a otras pruebas que los obligarán a cultivar nuevas cualidades.
Y claro está, como en todo proceso de aprendizaje, cometerán errores.
Pero eso no quiere decir que su matrimonio no pueda salir adelante.
A fin de cuentas, si los seres humanos nos casamos es porque Dios nos creó con ese deseo.
Así pues, veamos qué consejos da en su Palabra, la Biblia, a los recién casados.
Sin duda los ayudarán a superar las dificultades que surjan y cultivar las habilidades necesarias a fin de que su matrimonio dure mucho más de un año.
¿Por qué es difícil?
A veces uno de los cónyuges olvida que sus decisiones afectan al otro.
Ese era el problema de Keiji, * de Japón.
Él explica: “Solía aceptar invitaciones sin preguntarle a mi esposa.
Y claro, luego resultaba que ella no siempre podía cumplir con esos compromisos”.
Allen, de Australia, se resistía a consultar a su esposa debido a su crianza.
“Me habían enseñado que un hombre de verdad nunca consultaba nada con su esposa.
” Algo parecido le pasaba a Dianne, que vive en Gran Bretaña: “Estaba acostumbrada a pedir consejos a mi familia al tomar alguna decisión, así que al principio los consultaba a ellos y no a mi esposo”.
Recuerden que Dios ve a los cónyuges como “una sola carne”.
Para él, ninguna otra relación humana es más importante que la que existe entre un hombre y su esposa.
Y hay algo fundamental para mantener fuerte ese vínculo: una buena comunicación.
2) Pregúntele su opinión y no olvide que su pareja tiene derecho a pensar de forma diferente.
3) Demuestre que es razonable complaciendo en lo posible los deseos del otro..
¿Por qué es difícil?
Muchas personas han sido educadas en familias o en culturas donde no se considera ofensivo expresarse con cierta brusquedad.
Liam, por ejemplo, que vive en Europa, admite: “De donde yo vengo, la gente no se anda con rodeos.
Por eso, tuve que aprender a expresar mis deseos con tacto para no ofender a mi esposa”.
Piensen que no todo el mundo está acostumbrado a que lo traten con el mismo grado de franqueza.
El término griego original que se vierte “amable” también puede traducirse por “lleno de tacto”.
Así pues, los recién casados harán bien en cultivar tacto, es decir, la habilidad para intervenir en asuntos delicados o para tratar a los demás en situaciones comprometidas sin ofenderlos.
¿Emplearía el mismo tono y las mismas palabras? Que cada uno haga una lista de por qué su cónyuge merece que lo traten con más respeto y tacto que un amigo o un jefe.
¿Por qué es difícil?
Por un lado, puede que los varones recién casados no sepan ejercer de cabezas de familia y, sin quererlo, ofendan a sus esposas.
Y por otro, ellas quizá no estén acostumbradas a hacerle sugerencias a su esposo con tacto.
Un italiano llamado Antonio explica su problema: “Mi padre casi nunca consultaba a mi madre, así que cuando formé mi propia familia, me comportaba como si fuera un dictador”.
El problema de Debbie, de Canadá, era otro.
“No le pedía a mi esposo que fuera más ordenado: se lo exigía.
Y, claro, con esa actitud de mi parte, él nunca daba su brazo a torcer.”
Algunos hombres confunden la instrucción bíblica de que la esposa debe sujetarse a la autoridad de su cónyuge con la obediencia que un hijo debe a sus padres.
Pero ambas relaciones son muy distintas.
La Biblia dice que el esposo “se adherirá a su esposa, y los dos serán una sola carne”, mientras que no dice nada parecido de la relación entre padres e hijos.
Es más, Jehová describe a la esposa como un complemento, o compañera, del esposo.
Sin embargo, en ningún momento dice que un hijo sea el “complemento” de sus padres.
Así pues, el hombre que trata a su esposa como si fuera su hija no estaría respetando las instrucciones divinas.
¿Y cómo puede el cabeza de familia imitar a Cristo? ¿Qué puede hacer para que a su esposa le resulte más fácil cumplir con su papel? Primero, no debe esperar que ella acepte su autoridad y dirección desde el primer momento y sin equivocarse.
Y segundo, debe tratarla —aun en circunstancias difíciles— con el mismo amor y cuidado con el que trata su propio cuerpo.
Debe reconocer que Dios ha elegido al varón como cabeza de familia.
De modo que la mujer que respeta el papel de su marido también muestra respeto por Dios.
Pero si no acepta la autoridad de su esposo, no solo estará rechazándolo a él, sino también a Dios y sus normas.
¿Y si no concuerdan en algún asunto serio? En vez de atacar al esposo, lo más sabio es atacar el problema.
Así lo hizo la reina Ester.
Cuando quiso que su esposo, el rey Asuero, corrigiera una injusticia, no se concentró en si él tenía la culpa o no.
Más bien, le planteó la situación con tacto y, como resultado, él le dio la razón e hizo lo que era justo.
Entonces, ¿qué puede hacer la mujer para que su esposo la ame más profundamente? Primero, ser paciente mientras él aprende a ejercer su papel de cabeza y, segundo, tratarlo con respeto, incluso cuando él cometa errores.
Esposo, cada vez que note que a su esposa no le gusta el modo en que usted ejerce su papel como cabeza de familia, pregúntele cómo puede mejorar.
Esposa, cuando su esposo se queje de que usted no lo respeta, pregúntele cómo puede mejorar.
Que cada uno anote las sugerencias del otro y trate de ponerlas en práctica.
Lograr un matrimonio feliz es como aprender a andar en bicicleta.
Al principio, todo el mundo va dando tumbos porque cuesta mantener el equilibrio.
Aprendan a reírse de sus propios errores, pero tómense en serio las preocupaciones de su pareja.
Aprovechen las oportunidades que se les presenten para hacerse felices el uno al otro durante el primer año de matrimonio.
Pero sobre todo, déjense guiar por la Palabra de Dios.
Verán cómo se fortalece su matrimonio con cada año que pasa.
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