Un navío en el océano, guiado por un buen timonel, puede navegar largo
tiempo entre los arrecifes sin naufragar.
Tú puedes ser ese timonel que sortea con pericia los escollos y llevas el barco de tu vida a un buen puerto.
Tu desafío es ser amoroso, consciente, coherente,
y esforzarte en dar
siempre lo mejor de ti mismo.
Con una fe firme no te amilanas ante los males, confías en Dios y en ti y eres como la raíz que se agarra a la tierra para estar bien.
Ámate y no te compares porque el fruto no le dice
a la raíz: “Mira, esfuérzate en ser maduro y pleno como yo”.
Es natural para el fruto donarse, y es necesario a la raíz, recibir.
Te amas si sabes dar y sabes
recibir.
Fluyes en paz, aún con duras pruebas si cultivas la paz interior
y, entonces, no te agitas en todos los sentidos.
Confía sin vacilar, camina hacia tu meta con paso seguro y, si te tambaleas, no retrocedes al estar unido a Dios.
Tú puedes ser ese timonel que sortea con pericia los escollos y llevas el barco de tu vida a un buen puerto.
Con una fe firme no te amilanas ante los males, confías en Dios y en ti y eres como la raíz que se agarra a la tierra para estar bien.
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