Es
bueno crear el hábito de hacerte preguntas como lo practicaba el griego
Pitágoras en su hermandad espiritual, asentada en Italia.
Uno
solo puede cambiar y mejorar si con frecuencia se plantea con humildad
interrogantes sobre su existir y su actuar.
Creo que amo, ¿pero es verdad? ¿Acaso no confundo el amar con el
querer, o con desear o necesitar al otro?
Digo que creo en Dios, pero ¿esa fe mía es de buenas obras
y mi amor a Dios es constante o solo en las crisis?
Critico
a los corruptos ¿pero soy totalmente transparente? ¿No son
ellos un espejo en el que debo verme sin tapujos tal cual soy?
Es
fácil juzgar las acciones oscuras de otros como si mi
conducta fuera diáfana, sin fallas y sin dobleces o mezquindad.
Necesito
cuestionarme sin culparme. Necesito arrojar las máscaras y escapar de una
mazmorra de autoengaños y falsas creencias.
Dios mío, quiero ser amoroso, consciente y coherente. Lo
haré porque solo así sere
un ser de luz y también seré feliz.
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