Una concepción de Dios en diversas religiones
(cristianismo, judaísmo, etc.)
En la teología cristiana, el Espíritu Santo —o
expresiones equivalentes como son, entre otros, Espíritu de Dios, Espíritu de
verdad o Paráclito o Menahem: acción o presencia de Dios, del griego παράκλητον parákleton: ‘aquel
que es invocado’, del latín Spiritus Sanctus: Espíritu Santo— es una expresión bíblica que se
refiere a la tercera Persona de la Santísima Trinidad.
Es, además, una compleja noción teológica
por medio de la cual se describe una “realidad espiritual” suprema, que ha sido interpretada de maneras
múltiples en las confesiones cristianas y escuelas teológicas.
De esta realidad
espiritual se habla en
muchos pasajes de la Biblia, con las expresiones citadas, sin que se dé una definición
única. Esto fue el motivo de una serie de controversias que se
produjeron principalmente durante tres periodos históricos: el siglo IV como siglo
trinitario por excelencia, las crisis cismáticas de oriente y occidente
acaecidas entre los siglos IX y XI y, por último, las distintas revisiones doctrinales nacidas de la
reforma protestante.
En torno a la
“naturaleza” del Espíritu Santo se sostienen básicamente cuatro interpretaciones:
Según las
interpretaciones de carácter modalista, el Espíritu Santo es una “fuerza o cualidad divina” al
modo de la sabiduría, la belleza, el amor o la bondad. El unitarismo, si
bien guarda diferencias teológicas básicas con el modalismo, comparte la visión
de un Espíritu Santo
impersonal, que
actúa siendo el poder o fuerza activa de Dios. En cualquier caso, ambas
corrientes coinciden en
que el Espíritu Santo es “algo” y no “alguien”.
Según las interpretaciones de carácter arriano, el Espíritu Santo es una “entidad espiritual” o naturaleza angélica de condición excelsa, muy cercana a la divinidad, pero diferente a ella por su condición de criatura.
Según las interpretaciones de carácter triteísta el Espíritu Santo es “otro Dios”, quizá de carácter inferior al Dios principal, pero que comparte con él la cualidad de ser increado.
Las interpretaciones de carácter trinitario –mayoritarias– consideran al Espíritu Santo como una “persona divina”, noción con la que se asume la deidad del Espíritu Santo, manteniendo, sin embargo, la unicidad del principio divino. Esta doctrina es compartida por católicos, ortodoxos y la mayoría de las denominaciones protestantes.
Sobre la “procedencia” del Espíritu Santo, existe cierta unanimidad entre las diferentes confesiones cristianas. A excepción de la interpretación triteísta, que asume al Espíritu Santo como un ser increado e independiente de Dios, las otras tres interpretaciones consideran que procede de Dios, aunque se diferencian en la forma. En el modalismo, procede como “fuerza”, en el arrianismo como “criatura” y en el trinitarismo como “persona”. El trinitarismo aborda, además, una cuestión adicional propia de su marco teológico: distingue entre la procedencia del Padre y la procedencia del Hijo, cuestión conocida como cláusula Filioque.
En lo referente
a las “cualidades” del Espíritu Santo, teólogos cristiaños asumen que es portador de dones
sobrenaturales muy diversos que pueden transmitirse al hombre por su mediación.
Si bien la enumeración de los dones puede variar de unos autores a otros y entre distintas confesiones,
existe un amplio consenso en cuanto a su excelencia y magnanimidad.
Aunque la mayor parte de las Iglesias
cristianas se declaran trinitarias, existen también Iglesias no trinitarias
que confiesan alguna de las otras modalidades interpretativas.
Una concepción de Dios en diversas religiones (cristianismo, judaísmo, etc.)
En la teología cristiana, el Espíritu Santo —o
expresiones equivalentes como son, entre otros, Espíritu de Dios, Espíritu de
verdad o Paráclito o Menahem: acción o presencia de Dios, del griego παράκλητον parákleton: ‘aquel
que es invocado’, del latín Spiritus Sanctus: Espíritu Santo— es una expresión bíblica que se
refiere a la tercera Persona de la Santísima Trinidad.
Es, además, una compleja noción teológica
por medio de la cual se describe una “realidad espiritual” suprema, que ha sido interpretada de maneras
múltiples en las confesiones cristianas y escuelas teológicas.
De esta realidad
espiritual se habla en
muchos pasajes de la Biblia, con las expresiones citadas, sin que se dé una definición
única. Esto fue el motivo de una serie de controversias que se
produjeron principalmente durante tres periodos históricos: el siglo IV como siglo
trinitario por excelencia, las crisis cismáticas de oriente y occidente
acaecidas entre los siglos IX y XI y, por último, las distintas revisiones doctrinales nacidas de la
reforma protestante.
En torno a la
“naturaleza” del Espíritu Santo se sostienen básicamente cuatro interpretaciones:
Según las
interpretaciones de carácter modalista, el Espíritu Santo es una “fuerza o cualidad divina” al
modo de la sabiduría, la belleza, el amor o la bondad. El unitarismo, si
bien guarda diferencias teológicas básicas con el modalismo, comparte la visión
de un Espíritu Santo
impersonal, que
actúa siendo el poder o fuerza activa de Dios. En cualquier caso, ambas
corrientes coinciden en
que el Espíritu Santo es “algo” y no “alguien”.
Según las interpretaciones de carácter arriano, el Espíritu Santo es una “entidad espiritual” o naturaleza angélica de condición excelsa, muy cercana a la divinidad, pero diferente a ella por su condición de criatura.
Según las interpretaciones de carácter triteísta el Espíritu Santo es “otro Dios”, quizá de carácter inferior al Dios principal, pero que comparte con él la cualidad de ser increado.
Las interpretaciones de carácter trinitario –mayoritarias– consideran al Espíritu Santo como una “persona divina”, noción con la que se asume la deidad del Espíritu Santo, manteniendo, sin embargo, la unicidad del principio divino. Esta doctrina es compartida por católicos, ortodoxos y la mayoría de las denominaciones protestantes.
Sobre la
“procedencia” del Espíritu Santo, existe cierta unanimidad entre las diferentes confesiones cristianas.
A excepción de la interpretación triteísta, que asume al Espíritu Santo como un ser increado e
independiente de Dios, las otras tres interpretaciones consideran que procede de Dios,
aunque se diferencian en
la forma. En el modalismo, procede como “fuerza”, en el arrianismo como “criatura” y en el
trinitarismo como
“persona”. El trinitarismo aborda, además, una cuestión adicional propia
de su marco teológico: distingue
entre la procedencia del Padre y la procedencia del Hijo, cuestión
conocida como cláusula Filioque.
En lo referente
a las “cualidades” del Espíritu Santo, teólogos cristiaños asumen que es portador de dones
sobrenaturales muy diversos que pueden transmitirse al hombre por su mediación.
Si bien la enumeración de los dones puede variar de unos autores a otros y entre distintas confesiones,
existe un amplio consenso en cuanto a su excelencia y magnanimidad.
Aunque la mayor parte de las Iglesias
cristianas se declaran trinitarias, existen también Iglesias no trinitarias
que confiesan alguna de las otras modalidades interpretativas.
Según las interpretaciones de carácter arriano, el Espíritu Santo es una “entidad espiritual” o naturaleza angélica de condición excelsa, muy cercana a la divinidad, pero diferente a ella por su condición de criatura.
Según las interpretaciones de carácter triteísta el Espíritu Santo es “otro Dios”, quizá de carácter inferior al Dios principal, pero que comparte con él la cualidad de ser increado.
Las interpretaciones de carácter trinitario –mayoritarias– consideran al Espíritu Santo como una “persona divina”, noción con la que se asume la deidad del Espíritu Santo, manteniendo, sin embargo, la unicidad del principio divino. Esta doctrina es compartida por católicos, ortodoxos y la mayoría de las denominaciones protestantes.
Sobre la “procedencia” del Espíritu Santo, existe cierta unanimidad entre las diferentes confesiones cristianas. A excepción de la interpretación triteísta, que asume al Espíritu Santo como un ser increado e independiente de Dios, las otras tres interpretaciones consideran que procede de Dios, aunque se diferencian en la forma. En el modalismo, procede como “fuerza”, en el arrianismo como “criatura” y en el trinitarismo como “persona”. El trinitarismo aborda, además, una cuestión adicional propia de su marco teológico: distingue entre la procedencia del Padre y la procedencia del Hijo, cuestión conocida como cláusula Filioque.
Una concepción de Dios en diversas religiones (cristianismo, judaísmo, etc.)
Según las interpretaciones de carácter arriano, el Espíritu Santo es una “entidad espiritual” o naturaleza angélica de condición excelsa, muy cercana a la divinidad, pero diferente a ella por su condición de criatura.
Según las interpretaciones de carácter triteísta el Espíritu Santo es “otro Dios”, quizá de carácter inferior al Dios principal, pero que comparte con él la cualidad de ser increado.
Las interpretaciones de carácter trinitario –mayoritarias– consideran al Espíritu Santo como una “persona divina”, noción con la que se asume la deidad del Espíritu Santo, manteniendo, sin embargo, la unicidad del principio divino. Esta doctrina es compartida por católicos, ortodoxos y la mayoría de las denominaciones protestantes.
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