No
intentes cambiar a nadie: limítate a iluminar, porque es tu luz la que invita a
tu prójimo a cambiar que en estos tiempos extraños en que elegiste volver, tu
tarea, compañero, no es otra que la de “Ser”.
Y
si ese que va a tu lado se encuentra dormido acaso, respeta su desarrollo, y su
aparente retraso. Contémplalo con ternura y acéptalo tal
cual es, y déjalo que prosiga marchando sobre sus pies. No te olvides que él está siguiendo su “plan de
vida”: ese que le armó su alma al preparar su venida.
Y tu no puedes lograr que eleve sus
vibraciones, ni con presiones abiertas, ni sutiles empujones, porque hay ciclos
en la vida que no se pueden forzar: ¡ya su corazón un día se abrirá de par en par!.
Y entenderá cabalmente de forma clara y
certera, que esta vida es solamente una ilusión pasajera.
Tú
entra en tu propio silencio, y en forma suave y callada, deja que tu luz
interna se filtre por tu mirada. Tu impronta suave y serena
produce su propia acción, y esparce sobre las cosas silenciosa inspiración.
Y
cuando dejas que el otro transmute su propia cruz, no intentas cambiar a nadie.
¡pero los cambia tu luz!
¡pero los cambia tu luz!
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