La música ayuda a los deportistas a concentrarse y calmarse. Por eso algunos escuchan
música antes de competir.
En los Olímpicos de Beijing el nadador Michael Phelps se
relajaba y motivaba con música que escuchaba antes de entrar al agua.
La música estimula el
cerebro y éste influye en la actividad cardíaca, la función respiratoria y el
aparato nervioso.
Escuchar una canción
durante el ejercicio físico reporta beneficios en términos de resistencia y
rendimiento.
La Brunel University de Londres examinó a 30 personas que
corrían en una cinta deslizadora mientras escuchaban canciones.
Cada persona aumentó hasta un 15 por ciento su resistencia, y su
estado de ánimo mejoró.
Un atleta que escucha
música cuyo ritmo se ajusta a los movimientos del cuerpo soporta, cinco veces
más esfuerzo.
Hay música que tensiona y otra que relaja, potencia la mente y
el cuerpo, y ayuda a conseguir mejores resultados.
Elige
bien tu música y trata de ser cada día más espiritual, o sea, sentir a Dios, estar consciente y fluir en el amor. Así podrás decir: “Sólo en
Dios descansa el alma mía, de Él espero mi salvación. Sólo Él es mi roca”.
Descansa en Dios tus afanes, afronta sereno la dura realidad y haz tuya la
plegaria del salmista: “Oh Dios, tú eres mi Dios, a ti te busco, mi alma tiene
sed de ti, cual tierra seca, sedienta y sin agua”. Salmo 63
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