Un rico
hacendado coleccionaba caballos y sólo le faltaba uno de determinada raza.
Un día se
dio cuenta que su vecino tenía éste determinado caballo, así que trató
día tras día de convencerlo
de que se lo vendiera hasta que por fin lo consiguió.
Un mes
después que hiciera la compra el caballo enfermó y llamó al veterinario quien
le dijo “su caballo tiene un virus y es necesario que tome este medicamento por
tres días consecutivos, luego de ese tiempo veremos si ha mejorado, si
no lo ha hecho entonces no
queda mas remedio que sacrificarlo”. Un cerdito escuchaba la conversación.
Al día siguiente después que el veterinario le dio el
medicamento al caballo y se fue, el cerdito se acercó a el y le dijo “¡fuerza amigo! ¡levántate de ahí
sino vas a ser sacrificado!”.
Al otro día luego que el veterinario le dio el medicamento
al caballo y se fue, el cerdito nuevamente se acercó a éste y le dijo “¡vamos mi gran amigo!
¡levántate sino vas a morir!, ¡vamos, anímate, yo te ayudo!”.
Al tercer día el caballo recibió su medicamento y el
veterinario al no ver gran mejoría en él le dijo al hacendado “probablemente vamos a tener que
sacrificarlo mañana porque puede contagiarle el virus a los demás caballos”.
Cuando los dos hombres se fueron el cerdito se acercó al
caballo y le dijo “¡vamos
amigo es ahora ó nunca! ya no queda más tiempo ¡ánimo! ¡fuerza! yo te ayudo…
vamos…uno, dos, tres…despacio…ya casi…eso es…eso es… ahora corre despacio… mas
rápido… fantástico… ¡lo lograste amigo! ¡corre! ¡corre! ¡venciste campeón!
¡¡¡Bravoooo!!!
En eso
regresa el hacendado dispuesto a sacrificar al caballo y lo ve corriendo y dice
“¡milagro, milagro…! el caballo mejoró… ¡hay que hacer una fiesta!… ¡vamos a matar a este cerdito
para festejarlo!
MORALEJA:
Es bueno ayudar a los demás… mientras no se arriegue el pellejo…
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