Estrés
y discusiones forman parte de cualquier relación de pareja. Pero hay una
frase mágica que, en la mayoría de los casos, consigue despejar el ambiente: “Lo siento”. Lleva implícito algo más que una disculpa.
En general,
pedir disculpas es más fácil para las mujeres que para los varones por varias
razones. Ellos temen demostrar su flaqueza, la cual podría ser
interpretada como una debilidad, y creen que un par de palabras no pueden
reparar el daño hecho. Además,
pedir disculpas implica lamentar lo ocurrido, es decir, expresar un
sentimiento, lo que no es el fuerte masculino. Los hombres, si se sienten
arrepentidos, a menudo prefieren demostrarlo con acciones.
Sin
embargo, para las mujeres, disculparse es algo normal, un ritual de
conversación. Muchas lo utilizan automáticamente cuando hablan entre sí.
Realmente no es nada especial para ellas, más bien un gesto de cortesía que
demuestra que tienen en cuenta los sentimientos de los demás.
Las
mujeres, además, suelen sentirse culpables con más frecuencia que los hombres.
En cualquier discusión enseguida buscan también su error, lo cual impide saber
quién tiene realmente la culpa y adjudicarla de una manera inequívoca. Y a
veces, al decir lo siento desde el principio del conflicto, ellas solo
pretenden desbaratar los argumentos de los hombres.
Tiene
que haber algo más detrás de las palabras. Para que una disculpa sea eficaz,
hay que reconocer el error y arrepentirse. Hemos hecho algo mal y no
queremos repetirlo. La otra persona se dará cuenta de si hablamos solo por
hablar o lo decimos en serio. Si la disculpa es en un tono sarcástico o
agresivo resulta poco creíble. Al admitir uno mismo un error ante el otro, le
facilitamos el camino para hacer lo mismo, dice la psicóloga. Es predicar con el ejemplo.
Pedir
disculpas después de una discusión de pareja no es un remedio universal que
disuelve cualquier resquemor. Pero pedir perdón sinceramente ante el
otro es más útil que cualquier justificación o excusa que uno suelta sin
pensarlo demasiado. El ser
humano se comunica por la palabra, y una palabra de disculpa tiene un
sentido para el que la oye, pero también para el que la dice, porque se está
escuchando y asume que tiene que cambiar.
Una
disculpa es una señal de respeto hacia el punto de vista del otro. Las
palabras «lo siento» no tienen en sí mismas ningún poder mágico, lo que sí lo
tiene es la disposición de ver una cosa desde el punto de vista del otro.
Además, cuando pedir perdón se convierte en algo repetitivo y vacío de
contenido ya no resulta efectiva. Cuando un comportamiento se ha vuelto
algo habitual, hay que pensar que el otro no quiere o no puede cambiar. En ese
caso habría que plantearse el problema en sí.
Hay
un culpable y una víctima. El culpable tiene el poder, ya que a la víctima, de
momento, solo le queda someterse. Si el culpable pide disculpas, entonces se
mueve de la postura más poderosa a la más débil. Debe esperar a que le
perdonen. Los papeles han cambiado: la víctima tiene ahora el poder de perdonar
o no perdonar al otro.
Para perdonar, como para disculparse, hay que ser capaz de meterse en
la piel del otro y entender por qué interpreta la misma situación de una manera
completamente diferente a como lo hacemos nosotros. Hay que entender por
qué le cuesta pedir perdón, y no seguir recriminándole.
Decir
lo siento y después ponernos groseros diciendo farses del tipo: 'Ya te he dicho
que lo siento, ¿qué quieres, que me arrodille?'.
Repetir los mismos errores y limitarnos a pedir disculpas
por ellos una y otra vez.
Disculparnos
solamente para intentar calmar al otro, sin analizar sus razones ni plantearnos
cambiar de actitud.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios