Uno de
los atributos más obvios y significativos de los humanos es la habilidad para
comunicarse por medio del habla.
Un corolario interesante es que también podemos comunicar
nuestros pensamientos en tiempo real; no necesitamos planear qué vamos a decir
antes de decirlo.
Esto
tiene tanto ventajas como desventajas. Sería bastante indeseable para nosotros
el tener que formular nuestros pensamientos antes de emitir una advertencia
inmediata (“corre”), y la comunicación se vería frenada si fuéramos incapaces
de responder, de una manera natural, a las personas durante una conversación
normal.
Por otro lado, esta habilidad innata es frecuentemente la
fuente de consternación cuando lo que decimos al calor del momento es algo que
después deseamos no haber dicho, o haberlo dicho de otra manera; esto le sucede
a todo el mundo, algunas veces el truco es recordarlo.
Típicamente esto sucede cuando respondemos rápidamente en
situaciones estresantes, o durante una discusión, aunque esto puede pasar en
cualquier momento.
Reconocer
que no siempre decimos lo que quisiéramos comunicar es algo importante – cómo
ayudar a mitigar ese problema no es difícil, pero requiere de algunos cambios
de conducta.
La meta es estar consciente de cuándo hablar natural y
fluidamente y cuándo pensar antes de hablar…y cuándo no hablar del todo.
El pensamiento es una capacidad realmente humana que te ayuda
a vivir mejor cuando aprendes a no dejarte llevar al cien por cien por tus
impulsos. Es decir, cuando te detienes y te tomas un tiempo para pensar qué es
lo que más te conviene o sencillamente, qué es lo que más te apetece hacer.
De
forma curiosa, existen situaciones en las que tal vez, es mejor no pensar
demasiado puesto que en caso de hacerlo nunca darías el salto a la acción. Así
sucede, por ejemplo, cuando te enamoras. Puedes plantearte en tu mente tantas
opciones en relación también con el rechazo o con el fracaso, que esas ideas te
desmotivan a la hora de dar el paso de declarar tu amor.
Pensar
es positivo porque te ayuda a vivir de una forma más consciente. Pero
especialmente, es positivo aprender a pensar antes de hablar. Lo cierto es que
a lo largo del día llegamos a pronunciar tantas palabras, tenemos tantos
diálogos y conversaciones que nos es imposible cuantificarlas. De hecho, hoy
día no sólo nos expresamos de una forma verbal y directa en el cara a cara sino
que también lo hacemos a través del teléfono, el correo electrónico, un mensaje
de texto o una carta.
Pensar antes de hablar te hace ser más consciente del valor
de las palabras. La realidad es que una palabra mal dicha en un momento
inadecuado puede herir mucho a la otra persona. En cambio, si aprendes a
potenciar las caricias positivas, es decir, los elogios o las palabras de
afecto verás cómo también mejora el nivel y la calidad de tus relaciones
interpersonales.
Deberás hacer un esfuerzo mayor por pensar antes de hablar
en un momento de ira en donde muchas veces llegas a decir cosas que no sientes
en realidad movido por el mero despecho o resentimiento. Cuenta hasta diez o
hasta veinte si hace falta antes de decir una palabra.
Los
pensamientos van más rápido que las palabras, pero para evitar arrepentirnos de
lo que decimos es mejor pensar antes de hablar y no acelerarnos a expresar lo
que pretende el corazón antes de la razón, aprendiendo a estar cómodos con el
silencio, educando nuestra mente a la calma y la oportunidad.
Cuando escuchamos pausadamente nuestros pensamientos,
podemos dar respuestas más elaboradas y sensatas, porque estamos conscientes y
atentos para captar la información que queremos dar. En ese espacio de reserva,
está nuestro poder para elegir nuestro argumento.
No debemos buscar tener siempre la razón, ni debemos
desgastarnos en convencer a los demás de que decimos la verdad, solo el tiempo
y las acciones lo logran en el momento preciso. Nuestro deber es razonar, para
saber si es mejor callar, antes de hablar. Incluso, muchas veces la ausencia de
palabras deja más sentido a la conversación, utilizando la prudencia ante la
discusión, valorando el verdadero poder de la elocuencia, pudiendo estar más
abiertos con la mente y el corazón, a conocer lo que otros cavilan, mientras se
usa la reflexión.
Muy
distinto es, decir todo lo que se piensa a pensar todo lo que se dice. Aunque
parezca fácil, es una tarea muy complicada, porque como seres humanos, tratamos
constantemente de defender nuestro punto de vista, desconectando muchas veces
las palabras de nuestros pensamientos. Pero, aplicando la inteligencia, podemos
tener la capacidad de decir lo que ideamos sin necesidad de herir a nuestros
seres queridos, incluso si nos equivocamos en las palabras dichas de manera
serena, nos pueden dejar pasar por alto lo emitido y continuar el diálogo de
igual manera.
Manifestemos los aspectos positivos de los demás y de todo
lo que nos rodea, evitando cuestionar con facilidad, haciendo comentarios
destructivos e hirientes. La comunicación no es nada fácil, porque en el mismo
momento en el que se da una información, fácilmente se puede tergiversar el
mensaje, según la imagen auditiva que tengamos, por eso respiremos profundo
antes de hablar, para no opinar sin conocimiento, porque el poder de la palabra
trabaja desde nuestro cerebro, generando un mundo interno de acuerdo a como
nosotros lo formemos.
Pensemos
antes de hablar, escuchemos nuestros pensamientos positivos, callemos los
mensajes desagradables y procedamos en nuestras vidas según como dice Plutarco
"Para saber hablar, tres cosas son precisas: saber pensar, saber escuchar
y saber callar."
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