La flatulencia a bordo tiene una
explicación física: la presión cae y el aire debe expandirse en un espacio
mayor.
¿Alguna vez tuvo un problema de flatulencia
a bordo de un vuelo?
Si le ocurrió, no se avergüence. Se trata
de algo muy común cuando viajamos en avión.
¿A qué se debe? Eso es lo que se preguntó
el médico danés Jacob Rosenberg, quien se abocó a la tarea de encontrar la
explicación.
El interés de Rosenberg por la flatulencia
a bordo comenzó cuando realizó un viaje de larga distancia a Nueva Zelanda.
Al mirarse el estómago se dio cuenta de que había crecido visiblemente
desde que subió al avión.
Cuando abrió su valija y vio su botella de
agua vacía comprendió lo que había ocurrido.
Más del 60% de los pilotos sienten hinchazón abdominal.
La botella se había expandido cuando bajó
la presión de la aeronave, en vuelo, y luego se contrajo cuando aterrizaron.
Ahí se dio cuenta de que los gases en su estómago probablemente
estarían haciendo lo mismo.
"Desde entonces he notado cuánta
flatulencia uno tiene cuando vuela".
Aunque no es comparable con los efectos de
la turbulencia externa, esta ventosidad que ocurre dentro del avión es una
causa común de quejas entre pasajeros.
"Cuando hablas con la gente todos han
sentido mal olor alguna vez durante un vuelo".
Eso llevó al experto a preguntarse sobre
las consecuencias científicas de este fenómeno, lo que lo impulsó a realizar
una investigación sobre el tema que podría aportar claves sobre cómo aliviar
esta molestia.
Incluso cuando estamos con los pies sobre la tierra todos expulsamos
una sorprendente cantidad de gases cada día.
Los científicos estiman que la persona
promedio emite flatulencias unas diez veces cada 24 horas, equivalente a cerca
de un litro de emanaciones.
Esos gases son producto del alimento que no fue absorbido por el
intestino y que es fermentado por bacterias.
Muchos pasajeros se quejan por el mal olor a bordo.
La fermentación produce nitrógeno, dióxido
de carbono e hidrógeno, además de otros componentes sulfúricos más olorosos.
A pesar de tratarse de una experiencia universal, Rosenberg encontró
muchos malentendidos en torno a esta problemática.
Por ejemplo: a pesar de lo que sugiere la
cultura popular, un estudio realizado en los años 90 muestra que los hombres no
son más flatulentos que las mujeres (aunque sí parecen ser más públicos sobre
la experiencia).
La misma investigación también señala que los pedos de las mujeres tienen
una mayor concentración de componentes sulfúricos, lo que hace que su olor sea
más potente.
Y aunque los granos hayan cobrado fama por
ser causantes de gases, un experimento reciente demostró que no son tan
inflamatorios del intestino como se creía, y su efecto varía mucho entre
distintas personas.
También se determinó cuáles alimentos ayudan a reducir la flatulencia:
el pescado, el arroz y los jugos de fruta colados son algunos.
Y –sorprendentemente- los productos lácteos
también reducen los gases (contrario a lo que muchos creen), ya que no suelen
dejar desechos en el intestino que pueden ser fermentados.
Mientras que la flatulencia en el día a día
pasa un poco desapercibida (o es cortésmente ignorada) puede causar
inconvenientes mayores en vuelo.
Algo que afecta especialmente a quienes pasan
mucho tiempo en una cabina presurizada.
Según las estadísticas de la Asociación Médica Aeroespacial, más del
60% de los pilotos sienten hinchazón abdominal, una cifra muy por encima de la
del trabajador común.
Si eres joven y saludable no es un problema
(retener el gas), pero para la gente mayor puede representar un esfuerzo
cardíaco riesgoso
El motivo tiene que ver con la física
básica: "la presión cae y el aire debe expandirse en un espacio
mayor", explica Rosenberg.
El médico estima que ese litro de gas pasa a ocupar un volumen un 30%
mayor, lo que lleva a esa sensación tan incómoda de hinchazón.
Algunos seguramente intentan retener esos
gases, por pudor, pero el experto no lo recomienda.
"Si eres joven y saludable no es un problema, pero para la gente
mayor puede representar un esfuerzo cardíaco riesgoso", advierte.
Por otra parte, liberar todos esos gases
también puede tener sus riesgos.
Un estudio de 1969 resaltó el peligro de explosión que podría generar
una acumulación de flatulencias generadas por astronautas dentro de un cohete
espacial.
Sin embargo, hasta el momento no se ha
registrado ningún accidente por esta causa.
Un estudio de 1969 resaltó el peligro de
explosión por las flatulencias concentradas de los astronautas.
No obstante, la Agencia Espacial de Canadá
sugirió recientemente que la soya fermentada podría ser la comida ideal para
comer en el espacio, ya que contiene bacterias probióticas que reducirían la
hinchazón abdominal de los astronautas.
En tanto, mientras que en los aviones no hay peligro de explosión, las
aerolíneas toman medidas para aliviar las molestias que causan los malos olores
generados por este problema.
Rosenberg entrevistó a diferentes compañías
aéreas que utilizan filtros de carbón en el aire acondicionado, para absorber
el olor.
Las aerolíneas también buscan servir comida
a bordo que contenga pocas fibras y muchos carbohidratos, una combinación que
facilita nuestra digestión.
Rosenberg cree que podrían adoptarse otras
medidas para aliviar la situación.
Por ejemplo, usar frazadas que contengan
carbón en sus fibras, para que absorban más gases.
Pero para los más preocupados por este tema, tiene una sugerencia más
radical que pondrá fin a su vergüenza.
El experto recomienda que compren ropa interior con fibras de carbono,
que ya fabrican algunas marcas, y que según la Revista Estadounidense de
Gastroenterología absorben casi el 100% de los malos olores.
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