¡Qué
pena que Diego confesara haber hecho con la mano aquel gol a los ingleses! Fue
una revelación tardía e innecesaria que trituró la antológica figura pergeñada
en el vestuario del estadio Azteca. Cuando los periodistas
le preguntaron si había sido con la mano, exhibió una sensibilidad poética que
ya quisiéramos:
Fue con la mano de Dios, dijo. Todos sabíamos que era suyo y no de Dios
aquel puño que en el aire inició la faena de poner de rodillas a Inglaterra.
Pero un programa de televisión cada lunes hay que
llenarlo, y alguien (tal vez él mismo), lanzó la idea de que un testimonio de
ese calibre aumentaría la audiencia.
Lo
implícito es más excitante que lo explícito. Por esa razón una tanga es más
seductora que un desnudo.
El
fútbol es una metáfora permanente de la vida.
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