Existen millones y millones de buenas
personas, gente honorable, aunque, a veces, todo a tu lado sea tenebroso.
Solo una minoría son malvados
complejos, feroces, maquiavélicos, sádicos, listos, perversos o ambiciosos.
Están
en la inconsciencia y son
los que nos sirven como entrenadores en los necesarios aprendizajes del amor.
A quien
te roba puedes verlo como un odioso ladrón, o como a alguien que te entrena en
desapego, aceptación y perdón.
En este plano terreno hay espíritus en
niveles de consciencia más o menos avanzados y eso es necesario.
Aquel
que ves como “bueno”
aprende con el “malo” a comprender, aceptar, perdonar y ser compasivo.
El
“malo” por su parte, si toma consciencia, aprende del “bueno” o elige sufrir
mucho antes de cambiar.
En una aparente imperfección todo es
perfecto y cada espíritu va progresando con amor o con dolor.
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