Muerte,
té has llevado a mí familiar querido.
Me
has separado de su rostro amado.
Has
venido de improviso, nadie te ha llamado.
¡Oh!
Sueño profundo, sueño de tono gris sombrío.
Se
ha roto el silencio con tu presencia inoportuna.
Pero
ha dejado de sufrir, su larga agonía.
Llegó
el tiempo, de abrirse a la esperanza.
Llegó el tiempo de blanquear el alma.
Llegó
la hora del juicio a solas, con Él qué, te creo.
Más ha creído, he creído, todo llega a su sitio certero.
No temas su muerte, ni tu muerte, todo es verdadero.
Ha
llegado el momento, de Cribar lo efímero.
Seguro
qué, amó a su hermano, al vecino y al amigo.
Un poco, o mucho, al enemigo; sino reza conmigo.
¡Todo!, era, ¡todo! Amor, por Ti, mi Señor: ¡Dios Mío!
Te
suplico por el ¡alma! del familiar que ha partido.
No le tengas encuenta, lo que te ha ofendido.
Perdónale
sus pecados, Jesús ¡Sufriente!…
Llévalo
a la casa Del Padre, como un hijo pródigo.
Y
que Él se apiade, por,
¡Tu Preciosa Sangre!.
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