Franz Xaber Mozart vivió toda la vida a
la sombra de su padre, a quien no conoció, porque murió meses antes de su
nacimiento.
Desde
niño estuvo bajo la presión de su madre Constance que quería un segundo genio
Mozart. Tuvo buenos profesores como Salieri, pero no la chispa del papá.
Entonces
sobrellevó un destino triste y complicado con una madre que desde pequeño lo
puso ante el piano y le exigió bastante.
Cuatro
hermanitos habían muerto niños y le quedó Karl Thomas. Ya adulto fue profesor y
en Europa dio conciertos pero con éxitos modestos.
La sombra de su padre lo siguió en su
muerte. En su tumba se lee: "El nombre de su padre es su epitafio, y su
veneración por él fue la esencia de su vida".
Era
introvertido y muy dado a la autocrítica. Solía menospreciar su propio talento,
no se casó ni tuvo hijos y murió en 1844.
Es deplorable saber que aún existen
padres como Constance que imponen a sus hijos un destino y les amargan la existencia.
Son egoístas y creen que sus hijos
deben vivir la vida que ellos les tracen que, a veces, es lograr lo que ellos
no pudieron. No, amar es respetar.
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