Es
muy probable que recuerdes cómo se llamaba tu maestra favorita de la primaria,
o el precio del primer auto que compraste, pero tal vez ya hayas olvidado qué
comiste ayer. A continuación, un vistazo a los misterios de la memoria,
y algunos tips para mejorarla.
La
memoria empieza con una experiencia, y todo el tiempo estamos inmersos
en un mar de experiencias. No hay manera de escapar a ello. Aunque cerremos los
ojos y nos tapemos la nariz, seguimos oyendo, y cubrirnos las orejas con las
manos no nos impide percibir sabores, oler y sentir.
Haz esta prueba: deja de leer y mira alrededor de la
habitación o del sitio donde te encuentres. Sin ningún esfuerzo aparente, tu
cerebro registrará todo lo que ves. Pero, ¿qué ocurre con toda esa información,
conocida como memoria sensorial? Bueno, pues se desvanece rápidamente.
Para
conservar más tiempo esos recuerdos necesitas prestar atención consciente a la
información sensorial que estás recibiendo. Si te concentras en ella, podrás convertirla en
memoria operativa, o de corto plazo.
La
memoria de corto plazo dura unos cuantos segundos o minutos, pero cumple
un papel esencial en nuestra vida diaria: nos permite anotar las citas con el
médico, tomar decisiones cotidianas o sostener una conversación. Por supuesto,
hay información que necesitas almacenar por días, meses e incluso años. Aquí es
donde entra en juego la memoria de largo plazo.
Por qué nos falla la memoria
Nuestros
recuerdos no son fotografías exactas de los acontecimientos. Más bien
son como pinturas impresionistas de lo que experimentamos.
•
Percepción. Todos recordamos los sucesos de manera diferente porque cada uno los percibe de modo
distinto. Si tenías un fuerte resfriado en tu última reunión familiar,
tal vez recuerdes que la comida estaba un poco desabrida, en tanto que a tu
hermana le pareció deliciosa. La memoria sensorial de cada persona es única.
•
Interpretación. Si tu tío habló un largo rato de política, tu recuerdo
de su discurso dependerá de si estuviste o no de acuerdo con él. Si tu prima
comentó sobre una nueva exposición en un museo, es más probable que recuerdes
sus palabras si piensas que ella sabe mucho de arte. Tu modo de interpretar los sucesos influye en cómo
los recuerdas.
•
Recuerdo. El proceso de recordar información a veces exige que el
cerebro llene los espacios en blanco. Un buen ejemplo es esta historia: una
mujer que estaba revisando un álbum de fotos de familia con su madre de pronto
vio una foto de una niña pequeña montada en un poni, y entonces empezó a hacer
un vívido recuerdo de aquel día. “Esa niña es tu hermana”, le dijo su madre.
“Tú ni siquiera habías nacido”. Como la mujer había visto esa foto en otras
ocasiones, supuso que la niña era ella, y su cerebro completó los detalles.
Tres
tipos principales de memoria de largo plazo
1. Cuando batallas para recordar el nombre de la actriz
protagonista de la película El cisne negro, estás lidiando con la memoria semántica.
2. La
memoria episódica tiene que ver con nuestras experiencias. Algunos
hechos emocionantes, como nuestro primer beso, se nos graban, y también
recordamos sucesos desagradables, pero los más triviales se nos olvidan.
3. La
memoria procedimental es la responsable de las habilidades motoras y los
hábitos aprendidos, como conducir un auto, montar en bicicleta y atarse los
cordones de los zapatos. También llamada memoria muscular, se almacena en todo el cerebro,
lo que la vuelve prácticamente invulnerable a los factores que nos hacen
olvidar información, como sucede en la enfermedad de Alzheimer.
Impresiones imborrables
¿Recuerdas
dónde te encontrabas exactamente cuando te enteraste de los ataques terroristas
del 11 de septiembre de 2001 en el World Trade Center de Nueva York, o de la
muerte de la princesa Diana? Aunque esas desgracias ocurrieron hace
muchos años, la mayoría de nosotros las recordamos como si estuviéramos viendo
fotos de ellas. Lo mismo ocurre con algunas experiencias personales, como ser
testigo de un accidente automovilístico terrible. Los psicólogos llaman “recuerdos vívidos” a esas
impresiones imborrables.
Algunos
recuerdos se conservan de manera natural mejor que otros, pero hay trucos para
hacer que la mayoría permanezcan en la
memoria:
1.
Pon atención. ¿No recuerdas el nombre de alguien a quien te acaban de
presentar? Probablemente no pusiste suficiente atención activa para
memorizarlo. Las personas que son buenas para recordar nombres a menudo los repiten en voz alta, y
hacen una asociación mental; por ejemplo, inventan una rima con ese
nombre. Así crean una vía de acceso en el cerebro para no olvidarlo.
2.
Practica y repite. Cada
vez que repasas un dato o repites una acción, el recuerdo se hace un poco más firme.
Normalmente llamamos aprendizaje a esto. Pero aprender depende de varios
factores, entre ellos lo que deseas aprender (ya sea datos o una habilidad), tu
acervo actual de conocimientos, tu estado anímico y lo bien o mal que cuidas de
ti mismo. Aprender es más fácil también si tienes un historial que se relacione
con lo que estás tratando de aprender, sea lo que sea.
Cuando los jugadores de ajedrez novatos, por ejemplo, van
moviendo las piezas en el tablero, les resulta muy difícil recordar dónde han
puesto cada una de las piezas. Los campeones de ajedrez, en cambio, recuerdan las posiciones de todas
las piezas con gran facilidad porque tienen un dominio absoluto del juego.
En lugar de ver piezas
sueltas colocadas al azar en el tablero, ven las estrategias que han adoptado
durante la partida; como eso pone la información en contexto, les
permite recordar mejor.
Si dedicas tiempo
a practicar algo, tu memoria en ese campo de habilidad específico
mejorará.
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