Existen
situaciones en la vida que no se esperan, y lo peor, delante de ellas, nos
vemos impotentes.
Vivo
en Como, en la zona donde el Coronavirus llegó sin que nadie lo espere…
Corrijo, sin que
nadie lo crea, pues esperar, con
tantos chinos que pasan por el norte de
Italia, ya lo esperábamos!
Escuelas
cerradas, gimnasios cerrados, bares
cerrados después de las 18:00, y tantos, saliendo de la casa solamente para lo
estrictamente necesario.
Es una situación
extraña que nos lleva a revaluar algunas cosas. En esta hora, tener un auto
lindo, una cartera cara, ropas maravillosas, sirven para qué? No tendríamos ni
cómo usar o a quien mostrar.
LA
ÚNICA cosa que pasa a importar y que se pide a DIOS es la SALUD. Para uno mismo
y para tus seres queridos.
En
verdad, cómo gastamos tiempo corriendo atrás o pidiendo a DIOS cosas que no nos
sirven para nada, tantas veces!!!
Como somos fútiles en la mayor parte del tiempo! Como no
valorizamos o que realmente es tan valioso!!!
Estamos en casa. Inventamos juegos; los almuerzos y cenas
se vuelven largos y llenos de charlas entre nosotros, nos reímos y lloramos
juntos de los problemas y cuidamos uno del otro.
Nadie
tiene a donde ir, o cosas para hacer. La falta de tiempo ACABÓ!
Encerrados en casa y "presos" por causa del tal
Sr. CORONA VIRUS. Que nos hace un gran favor, a pesar de todo. Nos libra de la
ARROGANCIA, porque vemos que no somos nada y ni tenemos control de nada.
Nos
libra de la ENVIDIA, porque entendemos que no sirve para nada. Nos muestra
nuestra vulnerabilidad y entonces, nos muestra el camino de vuelta a DIOS.
En fin, nos ayuda a percibir de nuestra "
Prisión" individual del día a día, por la tal falta de tiempo y por
tener que contener nuestros
sentimientos.
Y
nos LIBERA. Nos deja LIBRES para tener miedo, para sentirnos impotentes, para no correr atrás de
nada...
Al
final, el único trabajo que tenemos o la única lección de casa es la de
intentar no enfermarnos...
También , y tal vez lo más importante, nos permite
REENCONTRARNOS con nuestros amados.
Aquellos con quienes vivimos en la misma casa, amamos, pero muchas veces ni nos
hablamos como deberíamos: NUESTRA FAMILIA.
Y
por fin, nos hace volvernos a DIOS. Al final, delante de nuestra vulnerabilidad, es ÉL y solamente ÉL quien
puede protegernos...
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