La Slow food (Comida lenta) ha superado la limitación de ser
la alternativa o la oposición del fast food (Comida rápida). Invita a comer despacio, lo
contrario a comer rápido, un hábito alimentario que se ha relevado como muy
perjudicial. Y por el contrario, comer despacio ayuda a equilibrar el menú, logra mayor y
más temprana sensación de saciedad
Hacer
un hueco en la despensa al "slow food" es incluir productos frescos y
autóctonos y fórmulas tradicionales entre la compra diaria.
La supervivencia de pequeños agricultores, de minifundios y
de técnicas que no se miden en la eficacia depende de que el mercado valore su
presencia.
Alimentarse no es sólo cumplir
con una obligación, un trámite o una necesidad, alimentarse puede ser un
momento de disfrute, una pausa entre las obligaciones, un punto de encuentro
con uno mismo. Esto mantiene el "slow food".
¿Cómo lograrlo?
Disfrutando
de un tomate de huerta en verano o del plato típico de una región,
interesándose por su nombre, su procedencia y su técnica culinaria. Son
sólo dos ejemplos.
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