Psicología
Positiva
¿Conoces
el experimento de Seligman a partir del cual definió su constructo de
Indefensión Aprendida?
Lo
explicaré brevemente: Martin
Seligman metía a dos perros en diferentes jaulas que recibían pequeñas
descargas eléctricas, pero uno podía librarse de la descarga accionando una
pequeña palanca con el hocico mientras que el otro no.
Al
pasar a otra fase del experimento a este último perro se le pasaba a una jaula en la que sí podía
liberarse de la descargar si accionaba la palanca, y sin embargo, al
contrario que su compañero, no aprendía a hacerlo. Se quedaba quieto, esperando que le viniera una
descarga, y otra, y otra…
Eso es Indefensión Aprendida: pensar que hagamos lo que hagamos no
servirá de nada, que no cambiarán las cosas, y que lo malo no se irá.
Esta sensación de fuerte desesperanza
aparece de manera bastante común en la depresión clínica. Cuando nos deprimimos
es porque pensamos que “ya está”, “esto es así”, o “no puedo hacer nada”. Por eso la apatía, por eso el
aislamiento, por eso las ideaciones suicidas. Seligman había descubierto
una de las raíces más profundas de los estados prolongados de tristeza.
Así
que años más tarde decidió que no quería pasar a la posteridad por eso. No
quería ser recordado por un concepto negativo. Y entonces se reunió durante
varios meses con colaboradores y amigos para sentar las bases de la Psicología
Positiva: un enfoque
distinto de hacer psicología que se justifica por que la Psicología siempre ha
puesto el foco de atención sobre el problema y sus causas, sobre la
ausencia, sobre la enfermedad, y rara vez lo ponía sobre las fortalezas y las
virtudes de las personas, sobre lo que sí se tiene y es bueno, sobre aquello que nos hace
felices.
Así,
Martin Seligman pasó de
ser el descubridor de la Indefensión Aprendida a ser considerado el padre de la Psicología
Positiva, y si aquélla se considera causa y síntoma de los estados
depresivos, es la Psicología Positiva la que más se esfuerza por encontrar las
herramientas, recursos y
hábitos que nos pueden sacar de éstos.
Sin
embargo, si algo ha
cambiado para bien el auge de la Psicología Positiva en el mundo, es
porque ya no se trabaja sólo para prevenir y curar la enfermedad mental. Ahora nos dedicamos mucho a
promocionar la salud mental y emocional. El desarrollo de Internet y las
Redes Sociales pone de manifiesto que existe un sinfín de personas en el mundo interesadas en
la psicología, la Inteligencia Emocional, la potenciación de la autoestima y el crecimiento
personal.
No son personas a las que se les pueda
ni deba diagnosticar con un trastorno de la personalidad o una patología
clínica.
Simplemente… Quieren ocuparse de su bienestar. No quieren aprender idiomas, o
informática, o cualquier cosa que les capacite más en su respectiva profesión, quieren aprender a ser más
competentes y eficaces en la gestión de su propio bienestar personal.
Dice
Eduardo Punset en su libro El viaje a la felicidad que antes los hombres y las mujeres vivíamos sólo 30
años (es una media, provocada por las enfermedades, las guerras, y el
hambre de entonces). Con tan poco tiempo por delante el ser humano sólo podía preocuparse casi en
exclusiva de una cosa: sobrevivir. Y ahora, cuando nos encontramos con
unas cuantas décadas más por delante nuestro cerebro tiene que resolver la
siguiente incógnita: ¿qué
narices hago yo con mi vida ahora?
Desde
diversos estamentos, como la política, la religión, los medios de comunicación,
la publicidad o la cultura, se nos ha querido dar respuesta a esa pregunta. Se nos ha dicho: “No te
preocupes, no te devanes mucho los sesos… Yo te diré qué hacer” Y el
resultado ha sido: consigue
un trabajo, cómprate un coche y una casa, cásate, ten hijos, promociona, gana
más dinero, gástatelo, gana más… Y algunos han hecho todo eso y de
repente han pensado que ya no había más que hacer, y que sin embargo les
faltaba algo, ¿y cómo se han sentido? Exacto…
Como dentro de una jaula.
Abre la puerta de esa jaula, amigo, amiga, y empieza a buscar tu propia
felicidad. Psicólogos como yo, como Seligman o como tantos otros podemos ser un buen guía en esa
búsqueda, como también lo puede ser un amigo, un hermano, un compañero.
Déjate asesorar, pero
nunca que nadie te marque con exactitud el camino, pues hacia la felicidad se llega
por donde uno mismo elige caminar. Y sobre todo, nunca dejes de buscar, porque la felicidad nunca
se encuentra. Y eso
es sin duda lo más bonito de este viaje.
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