Un
buen amigo médico suele repetir esta inquietante frase: “Donde no hay amor hay
tumor”.
No siempre es verdad, pero muchas veces se
cumple al pie de la letra, sobre
todo por falta de amor a nosotros mismos.
Hay quienes se olvidan de sí mismos por
pensar en los demás, en especial muchos padres y madres absorbentes.
No descansan, se tragan todo, no disfrutan, no se quieren y su cuerpo les pasa una dolorosa factura.
Pero también hay hombres incapaces de decir No, y obsesionados por complacer a los demás.
En otras ocasiones un cáncer destapa rencores y culpas atorados en el alma y en el cuerpo energético.
De ahí que sea tan importante amarnos y ser capaces de fijar límites, aunque a otros no les guste.
Jesús no dijo “ama a los demás a costa de ti mismo, él dijo: ama a los otros COMO A TI MISMO”.
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