Es importante enseñarles a los niños que cuando se
enfadan no deben lastimar a los demás.
Lo primero es tener en cuenta que la agresividad en los
niños es parte de su desarrollo y está asociada a etapas tempranas donde aún no
han consolidado su lenguaje y no encuentran la forma de comunicarse y expresar
sus sentimientos.
Este comportamiento también puede expresar algo que les
afecta, generalmente de manera inconsciente, “como las peleas de los padres, la
ausencia de alguno de ellos, el nacimiento de un hermano, la separación o la
violencia intrafamiliar”.
Cuando
los niños están deprimidos suelen ser agresivos
También
se comportan así cuando están en un ambiente agresivo, sus padres los castigan
físicamente o están bajo presión. Entonces, muerden, patean, empujan o muestran
conductas desafiantes”.
Ocurre, además, que los niños obtienen lo que quieren
siendo agresivos, pues los padres responden dándoles gusto o regalos, con lo
que solo logran reforzar dicha conducta, pues el menor nota que le da
resultado.
Ante estas situaciones el mensaje para los niños no debe
ser “no te enojes” o “no llores”, sino “aprende a expresar tu rabia de forma
modulada y que te sea productiva”.
Si bien hay que legitimar la agresividad del niño, no hay
que aliarse con ella, es decir, es válido que se enoje, pero en su conducta no
puede “dar rienda suelta a sus emociones” sin tener en cuenta los sentimientos
de los demás.
Nunca
cohíba a su hijo de expresar lo que siente. Así que identifique las causas de
su comportamiento. Observe en qué momento ocurre, qué lo detona y cuánto dura.
No reaccione agresivamente porque el niño sentirá que esta es una forma de
resolver los problemas.
Los
expertos coinciden en recomendar: ni se le ocurra responder con gritos,
pellizcos, golpes o términos descalificadores a los comportamientos agresivos
del niño.
Mantenga la calma y retírelo de la actividad que estaba
haciendo, como por ejemplo, apártelo del juego si agrede a otro niño, así
entiende que sus actos tienen consecuencias.
Ayude
al niño a poner en palabras las emociones que originan su cólera, pues esto
disminuye su intensidad (“Tú estás molesto porque no puedes tener el juguete
que deseas, ¿cierto?”); muéstrele que sus comportamientos agresivos hacen
sentir mal a otros niños y que tienen consecuencias negativas (“ya ningún niño
querrá jugar contigo”).
Cuando el niño estalle en rabia, es útil darle un tiempo
fuera: que se vaya a su habitación, se calme y reflexione. Ese espacio se da de
acuerdo con la edad del pequeño.
La ira en los hijos no es normal cuando se da con
intensidad, frecuencia y si cualquier situación insignificante lo “saca de
quicio”. Por ejemplo, no es normal cuando no se sabe qué es lo que provoca la
ira y esta reaparece con frecuencia o si usted, como padre, no tiene paciencia
para afrontar esa situación específica.
Los expertos recomiendan:
Tener normas claras, comprensibles y consistentes.
Ejercer una autoridad justa pero firme con los hijos en
cualquier escenario que se presente, no solo a la hora de reprenderlos por sus
acciones.
El deporte, la actividad física al aire libre y estar en
contacto con la naturaleza: esto canaliza la tendencia agresiva. Así invierte
su energía de forma más proactiva y contribuye a su salud.
Los expertos recomiendan que los niños vean solo 2 horas
de televisión al día y a partir de los 2 años. Siempre es bueno que lo hagan
acompañados.
Existen
talleres donde los niños golpean objetos, sin hacerse daño, para botar toda su
agresividad. Esta técnica es muy útil y le permitirá a los hijos descargar
todos esos sentimientos que le generan ira.
Leerles cuentos donde el personaje principal pase por un
momento de enojo es una forma de enseñarles a los hijos a resolver sus
conflictos o saber qué hacer en esos casos de agresividad.
La
técnica del sándwich: Acostarlos entre dos cojines y presionarlos. Esta presión
física lo relaja. Eso sí, el cuerpo del adulto nunca debe tocar ni presionar el
cuerpo del niño.
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