El filósofo Federico Nietzsche, 1844-1900, siempre le dio mucha
importancia a la voluntad, con sobrada razón.
En efecto, una persona sin voluntad es una veleta, un ser
frágil que termina
dominado por los vicios y por los demás.
Alguien así sucumbe en las crisis, rehúye
el esfuerzo, no tolera la frustración o acaba como un adicto.
Por eso las personas sabias insisten en educar la voluntad con
disciplina y mucha dedicación.
Eso supone saber decir no a los demás y a sí mismo, fijar límites y controlar los
instintos.
Tu voluntad es recia si la entrenas con el
autocontrol, te exiges, te pules y cumples tus compromisos.
Ojo, papás, hagan esta labor de escultura con sus hijos
desde la infancia, aunque ellos protesten.
Un día verán que aquel que les exige los ama y el
que los deja hacer lo que quieran los mutila y los destruye.
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