Dice la leyenda que un
sultán se disfrazó de mercader, salió a visitar su reino y se compadeció al
entrar a una casucha miserable.
Allí vivía un pobre
albañil con su familia y el sultán le encargó construir una casa mejor
en un lugar que pertenecía al gobernante.
Dejó el dinero necesario,
aseguró que pasados unos meses regresaría y se marchó sin decir más.
Entonces el albañil se dijo a sí mismo: “Puedo engañar a este hombre con
materiales de segunda y jornales más altos”.
Así lo hizo y con una desgana infinita levantó una vivienda con materiales de desecho o
de ínfima calidad.
Un día el sultán regresó,
vio la casa y dejó sin aliento al albañil cuando le dijo: Muy bien, esa casa
era para ti.
Ubícate en ella con tu familia y por el resto de tu vida medita lo que
has aprendido sobre el hecho de que se cosecha lo que se siembra..
El sultán se fue y el
albañil repetía abatido: Creí que engañaba a otro y me engañe a mí mismo. ¡Ah,
si lo hubiera sabido antes!
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