Una
ruptura afectiva, las deudas, un duelo o una enfermedad son experiencias
devastadoras que piden amar y confiar.
Ante
el mal te sientes derrotado, la fe se apaga y no sabes como enfrentar el
infortunio y continuar.
En medio de esa desolación es cuando más necesitas nutrir
tu alma, estar con Dios y buscar otras estrategias.
La vida no es un acertijo sin solución y los que no se rinden acaban por
hallar las fichas del rompecabezas.
Ánimo, enfrenta los desafíos con esperanza, examina tu vida y mira qué cambios debes hacer.
Toda crisis es una oportunidad si corriges el rumbo, aprende de los errores y no te castigues sin piedad.
Recuerda que no hay derrotas definitivas, sólo hay pruebas y aprendizajes
necesarios.
Y ojo,
son para todos.
Muchos
que estaban sin salida están ahora en la cumbre y tú
también lo estarás si persistes con fe.
En el paso por este plano hay seres que vienen a ser parte
del rebaño y otros que eligen su propia senda porque aman la libertad.
Cada
cual tiene su proceso y no es fácil ser disruptivo o rebelde con causa, romper paradigmas y no seguir la corriente.
En todos los campos los que impulsan los cambios son criticados,
expulsados o condenados.
Hace
siglos los quemaban.
¿Qué
sería del mundo si no existieran los que innovan? Sería un mundo dominado por
el tedio y paralizado en lo mismo.
Admiro
a los valientes que, aunque cometan errores, abren caminos y crean una realidad
distinta.
Puede que a veces el ego los domine, pero su coraje u osadía hace que
la humanidad no se estanque.
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