Un
papagayo amante del silencio voló un día en busca de un rincón tranquilo y fue
bien recibido por otras aves.
El papagayo se sentía feliz. ¡Cuánta quietud! ¡Qué silencio! Pero no quería abusar de la hospitalidad y se despidió.
Estaba ya lejos y muy alto en su vuelo cuando vio una densa humareda sobre el lugar que acababa de abandonar.
Volvió y vio un incendio devorador. Entonces voló a una laguna, se mojó y sacudió sus plumas sobre el lugar del incendio.
Sin ceder a la fatiga se empapó muchas veces y dejó caer las gotas que le cubrían sobre las llamas.
Un hada que lo vio le dijo: No puedes apagar ese fuego con gotitas de agua.
¿Para qué lo haces?
- Sé bien que no podré apagar el incendio, pero quiero mostrar a mis amigos mi gratitud y que estoy con ellos.
El hada se conmovió e hizo caer del cielo una lluvia tan densa que, rápidamente apagó el incendio.
El papagayo se sentía feliz. ¡Cuánta quietud! ¡Qué silencio! Pero no quería abusar de la hospitalidad y se despidió.
Estaba ya lejos y muy alto en su vuelo cuando vio una densa humareda sobre el lugar que acababa de abandonar.
Volvió y vio un incendio devorador. Entonces voló a una laguna, se mojó y sacudió sus plumas sobre el lugar del incendio.
Sin ceder a la fatiga se empapó muchas veces y dejó caer las gotas que le cubrían sobre las llamas.
Un hada que lo vio le dijo: No puedes apagar ese fuego con gotitas de agua.
¿Para qué lo haces?
- Sé bien que no podré apagar el incendio, pero quiero mostrar a mis amigos mi gratitud y que estoy con ellos.
El hada se conmovió e hizo caer del cielo una lluvia tan densa que, rápidamente apagó el incendio.
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