José
Hernández escribe en 1872 El gaucho Martín Fierro y luego, en 1879, La vuelta
de Martín Fierro. Consideradas en su totalidad la obra maestra de LA literatura
gauchesca, como todo clásico sigue hablándonos a nosotros, lectores del
siglo XXI.
Consejos
de Martín Fierro a sus hijos:
Un padre que da consejos
Más que padre es un amigo;
Ansi, como tales digo
Que
vivan con precaución:
Naides
sabe en qué rincón
Se
oculta el que es su enemigo.
Yo nunca tuve otra escuela
Que una vida desgraciada;
No estrafien si en la jugada
Alguna vez me equivoco
Pues
debe saber muy poca
Aquel
que no aprendió nada.
Hay hombres que de su cencia
Tienen la cabeza llena;
Hay sabios de todas menas,
Mas digo, sin ser muy ducho:
Es
mejor que aprender mucho
El
aprender cosas buenas.
No
aprovechan los trabajos
Si
no han de enseñarnos nada;
El hombre, de una mirada
Todo ha de verlo al momento:
El
primer, conocimiento
Es
conocer cuándo enfada.
Su esperanza
no la cifren
Nunca
en corazón alguno;
En el mayor infortunio
Pongan
su confianza en Dios;
Los
hombres, sólo en uno,
Con
gran precaución, en dos.
Las
faltas no tienen límites
Como tienen los terrenos,
Se encuentran en los más buenos,
Y es justo que les prevenga:
Aquel
que defetos tenga
Disimule
los agenos.
Al que es amigo, jamás
Lo dejen en la estacada;
Pero no le pidan nada
Ni lo aguarden todo de él:
Siempre
el amigo más fiel
Es
una conduta honrada.
Ni
el miedo ni la codicia
Es
bueno que a uno lo asalten,
Ansí, no se sobresalten
Por los bienes que perezcan,
Al
rico nunca le ofrezcan
Y al
pobre jamás le falten.
Bien lo pasa hasta entre pampas
El
que respeta a la gente;
El
hombre ha de ser prudente
Para librarse de enojos;
Cauteloso
entre los flojos,
Moderado
entre valientes.
El
trabajar es la ley,
Porque
es preciso alquirir;
No
se espongan a sufrir
Una triste situación:
Sangra
mucho el corazón
Del
que tiene que pedir.
Debe trabajar el hombre
Para ganarse su pan;
Pues la miseria, en su afán
De perseguir de mil modos,
Llama
en la puerta de todos
Y
entra en la del haragán.
A ningún hombre amenacen
Porque naides se acobarda,
Poco en conocerlo tarda
Quien
amenaza imprudente,
Que
hay un peligro presente
Y
otro peligro se aguarda.
Para
vencer un peligro,
Salvar
de cualquier abismo,
Por esperencia lo afirmo:
Más
que el sable y que la lanza
Suele
servir la confianza
Que el hombre tiene en sí mismo.
Nace
el hombre con la astucia
Que
ha de servirle de guía,
Sin ella sucumbiría,
Pero, sigún mi esperencia,
Se
vuelve en unos prudencia
Y en los otros picardía.
Aprovecha la ocasión
El
hombre que es diligente;
Y téngalo bien presente
Si al compararla no yerro
La
ocasión es como el fierro,
Se
ha de machacar caliente.
Muchas cosas pierde el hombre
Que a veces las vuelve a hallar;
Pero les debo enseñar,
Y es bueno que lo recuerden:
Si
la vergüenza se pierde
Jamás
se vuelve a encontrar.
Los
hermanos sean unidos,
Porque
ésa es la ley primera;
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea,
Porque
si entre ellos pelean
Los
devoran los de ajuera.
Respeten
a los ancianos,
El burlarlos no es hazaña;
Si andan entre gente estraña
Deben ser muy precavidos,
Pues por igual es tenido
Quien con malos se acompaña.
El
hombre no mate al hombre
Ni
pelée por fantasía;
Tiene en la desgracia mía
Un espejo en que mirarse:
Saber el hombre guardarse
Es la gran sabiduría.
La
sangre que se redama
No
se olvida hasta la muerte;
La impresión es de tal suerte,
Que a mi pesar, no lo niego,
Cai como gotas de fuego
En la alma del que la vierte.
Es
siempre, en toda ocasión,
El
trago el pior enemigo;
Con cariño se los digo,
Recuérdenló con cuidado:
Aquel
que ofiende embriagado
Merece
doble castigo.
Si se arna algún revolutis
Siempre han de ser los primeros;
No se muestren altaneros
Aunque la razón les sobre:
En
la barba de los pobres
Aprienden
pa ser barberos.
Si
entregan su corazón
A
alguna mujer querida,
No
le hagan una partida
Que
la ofienda a la mujer:
Siempre
los ha de perder
Una
mujer ofendida.
Procuren, si son cantores,
El
cantar con sentimiento,
No tiemplen el estrumento
Por solo el gusto de hablar,
Y
acostúmbrense a cantar
En
cosas de jundarnento.
Y les doy estos consejos
Que me ha costao alquirirlos,
Porque deseo dirijirlos;
Pero no alcanza mi cencia
Hasta darles la prudencia
Que
precisan pa seguirlos.
Estas cosas y otras muchas
Medité en mis soledades;
Sepan
que no hay falsedades
Ni
error en estos consejos:
Es
de la boca de un viejo
De
ande salen las verdades.
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