¡Dios
todopoderoso, y vos, mi ángel de la guarda, socorredme! Si debo sucumbir, que
se haga la voluntad de Dios. Si me salvo, que en el resto de mi vida
repare el mal que he hecho y del que me arrepiento.
En los peligros a que estamos expuestos, Dios nos
recuerda nuestra debilidad.
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