“Los
nietos son como herencias: tú los recibes
sin merecer. Sin haber hecho nada
para eso, de repente caen del cielo... Sin tener que pasar por las penas de amor, sin los compromisos del
matrimonio, sin los dolores de la
maternidad. Un nieto es realmente, sangre de tu sangre.
Con la edad llega la nostalgia de alguna cosa que tenías
y que se fue sutilmente junto con la juventud. Mi Dios,
¿para dónde se fueron los chicos? Se transformaron en aquellos adultos llenos de problemas que hoy son los hijos, que tienen suegro y suegra,
cónyuge, empleo, apartamento y obligaciones, tú no reconoces de modo alguno a tus niños perdidos. Son hombres y mujeres - No son más aquellos que tú recuerdas.
Y
entonces , un lindo día, sin que te impongan ninguna de las agonías de la gestación o del parto,
el doctor te coloca en los brazos un
bebé. Completamente gratis.
Sin
dolores, sin llantos, aquel niñito por
el cual morías de nostalgia, símbolo de tu juventud, lejos de ser un extraño, es uno de tus hijos que te
devuelven. Y lo raro es que todos te reconocen el derecho de amarlo con extravagancia.
Tengo la seguridad
de que la vida nos da nietos para compensarnos de todas las pérdidas que
acompañan a la vejez. Son amores nuevos, profundos y felices, que vienen a ocupar aquel lugar vacío, nostálgico, dejado
por los arrebatos juveniles.
Y
cuando tú abrazas al niño y él, aún dormido
abre un ojo y te dice: "Abu!” tu corazón estalla de felicidad, como
pan en el horno!
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