Un sacerdote y su amigo, un fabricante de jabón, fueron un día a dar un paseo juntos por la ciudad.
A lo largo de la conversación, el fabricante de jabón le preguntó al sacerdote: ¿Para que sirve la religión?
Y siguieron los interrogantes: “Después de cientos de años, de oraciones y de predicar sobre el amor, la paz, y la verdad, todo sigue igual o peor. Más guerras, mas hambre, mas corrupción, mas violencia, mas pobreza… Si la religión es buena y verdadera ¿Por qué existe tanto mal?, ¿Para que sirve Dios y la religión si existe tanto sufrimiento?”
Siguieron caminando y el sacerdote vio a un grupo de muchachos andrajosos y sucios. El cura le dijo a su amigo: “Tu que dices que el jabón limpia, pero mira los sucios que están esos muchachos. Me pregunto ¿Para que sirve el jabón?”
El fabricante de jabón protestó y le dijo: “Padre, el jabón no puede limpiar si no se usa”.
“Exacto”, replicó el sacerdote, “Lo mismo pasa con la religión. No sirve de nada si no se practica”.
La religión
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