Con dedicación y entrega siempre logras algo, sin ellas nunca logras nada. Pero dedicación no es sinónimo de sufrimiento o martirio, sino de disciplina, compromiso y entusiasmo.
Algo que sabe una buena madre cuando da lo mejor a sus hijos con alegría y incluso en las peores vicisitudes. Más aún, eso que llaman sacrificio ni se siente y así le sucede a los buenos deportistas.
Su entrega es intensa y los sumerge en una especie de trance que incluso anestesia los dolores. Ojalá así sea el grado de tu pasión por los que amas y por tu trabajo, sin excusas y sin reticencias.
Alinéate con los seres excelentes, aléjate de los mediocres y medita este sabio pensamiento de Aristóteles: Mientras la persona mediocre decide que hacer, la excelente ya lo ha hecho.
Ánimo, da lo mejor de ti por tu felicidad y la de los que amas. No hay nada que no sea más difícil si se hace de mala gana.
Hace años hablé en Medellín con un empleado de un hotel y me dejó perplejo con esta confesión: “Hace años dejé de trabajar; me pagan por hacer lo que me gusta”.
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