La persona humana tiene una necesidad que es aún más
profunda, un hambre que es mayor que aquella que el pan puede saciar: es el
hambre que posee el corazón humano de la inmensidad de Dios.
La razón de la sinrazón se llama GRATUIDAD.
La
religión católica es el fundamento de la prosperidad de los estados,
porque los súbditos no serán fieles a la autoridad civil si no son fieles
primero a Dios.
La renovación de la Iglesia pasa también a través del
testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el
mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la
Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó.
La
sabiduría no es otra cosa que la medida del espíritu, es decir, la que nivela
al espíritu para que no se extralimite ni se estreche.
La
santidad no consiste en tal o cual práctica, sino en una disposición del
corazón (del alma) que nos hace humildes y pequeños en los brazos de Dios,
conscientes de nuestra nonada y confiados
hasta la audacia en la bondad del Padre.
La
soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece
grande pero no está sano.
La
solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de
la propiedad y el destino universal de los bienes como realidades
anteriores a la propiedad privada. La posesión privada de los bienes se
justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien
común. La solidaridad debe vivirse como decisión de devolverle al pobre lo que
le corresponde (Pg.149).
La tentación vencida es en cierto modo, el anillo con el
que el Señor desposa consigo el corazón de su servidor.
La trampa del demonio no te hará caer, a menos que ya
estés mordiendo el anzuelo del diablo.
La universalidad de la salvación no significa que se
conceda solamente a los que, de modo explícito, creen en Cristo y entraron a la
Iglesia. Si es destinada a todos, la salvación en verdad de estar a disposición
de todos.
La verdad no se determina mediante un voto de la mayoría.
La verdadera enseñanza que transmitimos es lo que
vivimos; y somos buenos predicadores cuando ponemos en práctica lo que decimos.
La verdadera reconciliación entre hombres enfrentados y
enemistades sólo es posible si se dejan reconciliar al mismo tiempo con Dios.
La
vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento
de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser
humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el
derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.
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