“Oh hombre, él te ha declarado
lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar
misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Mi.6:8).
Cuando el profeta Miqueas refiere a Israel y Judá lo que
Dios pide de ellos, sus moradores vivían en el desenfreno total.
Consciente de su condición espiritual, el pueblo se
pregunta: ¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me
presentaré ante El con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová
de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito
por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? (Mi.
6:6-7).
Las
opciones que busca el pueblo para acercarse y adorar a Dios son verdaderamente
admirables pero carentes de temor, amor y gratitud a Dios. Por ello, el profeta
Miqueas les reprocha su falsedad e hipocresía, al decirles: “Oh hombre, El te
ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer
justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Mi.6:8).
1.
Hacer justicia. La Biblia revela a Dios como el juez justo de toda la
tierra. Siendo esto así, Él demanda de los suyos justicia en todas sus obras.
¿Qué hacía Israel y Judá? Tenían balanzas falsas y bolsas de pesas engañosas.
Codiciaban heredades y casas y las robaban. Oprimían al pobre y lo despojaban
de sus bienes. A las mujeres echaban de sus casas y a los niños les fue quitada
la alabanza. Aborrecían lo bueno y amaban lo malo. Los jueces tomaban cohecho y
pervertían el derecho. Los sacerdotes enseñaban por dinero y los profetas
hacían errar al pueblo. Por la perversidad de las obras de Israel y Judá, Dios
les demanda hacer justicia. Estimado lector: ¿Tus obras son justas? Hoy Dios te
pide hacer justicia.
2.
Amar misericordia. Dios es infinitamente misericordioso y anhela que
nosotros seamos compasivos, clementes, benignos y misericordiosos con nuestros
semejantes, con los presos, débiles, pobres, enfermos y pecadores. Esto es lo
que olvidó Israel y Judá y pensaron que ofreciendo becerros de holocausto y
millares de carneros por sacrificio Dios pasaría por alto sus robos y despojos
contra el pobre y desvalido. Con cuánta razón Samuel dijo a Saúl: “¿Se complace
Jehová, tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las
palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el
prestar atención que la grosura de los carneros” (1S.15:22). Religiosidad
carente de misericordia fue lo que el Señor Jesús también reprochó a los fariseos
cuando éstos censuraron a los discípulos por cortar y comer espigas en el día
de reposo. A ellos dijo: “Y si supiereis qué significa: Misericordia quiero, y
no sacrificio, no condenarías a los inocentes” (Mt. 12:7). En otra ocasión,
cuando escribas y fariseos reprobaron que el Maestro comiera con publicanos y
pecadores, les dijo: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los
enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no
sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al
arrepentimiento” (Mt.9:12-13). Por ello, hoy por hoy, Dios demanda hacer
misericordia. Amigo lector: ¿Eres compasivo, clemente y benigno con tus
semejantes? Dios te mide hacer misericordia.
3.
Humillarte ante tu Dios. Humildad, virtud caracterizada por mansedumbre,
modestia, paciencia y sencillez. De esto adolecía Israel y Judá. Su pecado los
volvió soberbios y orgullosos. En su arrogancia olvidaron a Dios, sus obras y
sus muchas misericordias. De ahí que Dios les pida se vuelvan a Él con un
corazón contrito y humillado, pues su religiosidad no cubriría su arrogancia y
altivez. Hoy Dios nos pide humildad. Él ha dicho: Yo habito en la altura y la
santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el
espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados
(Is.57:15). Querido lector: En tu relación con los demás, ¿Eres sencillo o
arrogante, modesto o soberbio? Y en tu relación con Dios, ¿eres humilde? ¿Qué
pide Dios de ti? Humillarte delante de Él.
Dice el apóstol Pablo: “Halla, pues, en vosotros este
sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no
estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí
mismo, tomando forma se siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz” (Fil.2:5-8). Con cuánta razón el mismo Señor
Jesucristo, dijo: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo he hecho, vosotros
también hagáis” (Jn.13:15).
Querido
amigo: ¿Qué pide Dios de ti? Hacer justicia, hacer misericordia y humillarte
ante Jehová, tu Dios. Dejemos atrás la religiosidad aparente y volvámonos a
Dios en justicia, misericordia y humildad.
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