“El
corazón del otro, la vida del otro, la intimidad del otro, la casa del otro...
son templos sagrados a los que se debe pedir permiso para entrar.
Es un permiso que se concede luego de instalarse en la
relación de los dos un profundo amor, respeto, confianza, admiración y verdad.
Sin esas preciosas llaves, que se entregan en libertad,
cualquier intromisión es forzada, grosera, equivocada y hace daño.
El
ser humano es sagrado, está hecho de Dios, de amor, y por eso se debe entrar al
recinto de su existencia descalzo, con humildad, con reverencia, honrando la
presencia de Dios en su ser interior.”
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