La
creatividad se potencia gracias a plantearse preguntas, paradojas, imposibles.
Pensamos
porque dudamos.
Los asnos no piensan porque, entre otras cosas, no dudan.
Dan por hecho que lo que ven es así y no se plantean que
pueda ser de otro modo.
Los
animales no dudan y por eso apenas crean desde la inteligencia.
Por ende, el
arte de crear es el arte de dudar para luego conectar. El de trabajar y
descansar. El de proponer, intentar y luego abandonar para que nuestra parte
más profunda, el genio de Bécquer que en realidad nunca duerme, acaricie el
arpa de nuestras ideas, la del salón en el ángulo oscuro.
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