La
parábola del hijo pródigo es el término popular que describe a una de las
parábolas de Jesús de Nazaret recogida en el Nuevo Testamento, específicamente
en el evangelio según San Lucas, capítulo 15, versículos del 11 al 32.
Esta parábola, como muchas otras de Jesús se enmarca como
respuesta a una crítica de los fariseos y los escribas, expertos judíos en la
Ley mosaica, que estos le propinaban por andar y compartir en presencia de
pecadores.
La
parábola fundamentalmente recalca la misericordia de Dios hacia los pecadores
arrepentidos y su alegría ante la conversión de los descarriados; esto ha
llevado a muchos teólogos y expertos bíblicos a pensar que el nombre de la
parábola debería ser “el padre misericordioso”, en lugar de “el hijo pródigo”.
En
efecto el enfoque de la parábola no es el hijo joven, rebelde y luego
arrepentido, sino el padre que espera y corre para dar la bienvenida al hogar a
su hijo.
El mensaje teológico que brinda esta parábola constituye la
cimentación de la prédica de Cristo, siempre guiada a la conversión de los
pecadores, al perdón de los pecados y al rechazo a los formalismos que aparten
al creyente de la verdadera fe y misericordia.
El hijo
pródigo es sobre quien gira la historia, pues es quien hila las tres escenas de
esta, el pecado, el arrepentimiento y el perdón. Representa a la humanidad
pecadora y descarriada que se ha olvidado de Dios.
Su entrada comienza informándonos que es el menor de dos
hermanos y que le pide al padre su parte de la herencia. Teológicamente podría
interpretarse a dicha herencia como los dones y gracias que Dios pone en cada
uno de nosotros, por lo que la escena rememora el Jardín de Edén en el momento
de la caída en el pecado; el hijo exige su libertad para usarla fuera de la
voluntad de su padre.
Posteriormente se señala que malgasta esa herencia viviendo
como un libertino, o sea su pecado no está tanto en la reclamación de su
libertad como en la utilización descarriada de la misma que lo lleva al
fracaso.
Otro factor a tener en cuenta es que, para la comunidad
Judía de ese tiempo, el cerdo era un animal abominable tal como se describe en
la ley de Moisés, ni aún se podía criar, esto enseña que el pecado y la vida de
libertinaje lleva al hijo pródigo, en un acto desesperado, a cometer un acto
abominable y como consecuencia, empeora más su situación.
La
parábola describe posteriormente la escena del arrepentimiento. Tras la vida de
derroche y libertinaje, el hijo cae en la miseria y reflexiona acerca de su provecho
personal y cae en cuenta que le traerá mayor bienestar regresar donde el padre
que seguir por su cuenta.
Aquí hay varios aspectos muy interesantes desde una
perspectiva teológica, en primer lugar refleja que las desgracias que provoca
el pecado no son castigos divinos sino resultado de las malas acciones que
siempre acaban mal, por otro lado refleja una actitud interesada en la
conversión, es decir se arrepiente racionalmente y no sentimentalmente, va
buscando un provecho personal y no la santidad en sí, de ahí que prepare una
disculpa para el padre en la que le pida que lo acepte como trabajador.
Parte de regreso a casa de su padre y encuentra en este un
perdón incondicional. Se
puede decir que su verdadera conversión, el arrepentimiento real, ocurre en
este momento pues ve en la actitud del padre desinterés y amor, principales
características de una verdadera conversión. Esta conversión ocurre al acudir a
Dios y al arrepenntirnos de las malas acciones de nuestra vida
El Padre
misericordioso es verdaderamente el personaje central de la parábola.
Representa a Dios Padre y fundamentalmente su atributo de misericordia. Desde
el comienzo de la parábola se nos lanza una enseñanza, el padre tenía dos
hijos.
Aquí los dos hijos representan a la humanidad entera, uno a
los pecadores que se alejan de la voluntad del Padre y el otro a los que se
someten a esta, pero ambos son merecedores de la herencia paterna.
El
padre respeta y acepta la determinación que su hijo toma por su libre albedrío,
le reparte su herencia y lo deja marcharse. Esta imagen nos presenta a
un Dios que no es ni dictador, ni prepotente, que nos muestra el camino nos da
su heredad pero nos deja libres para que escojamos nuestro destino.
La otra
aparición del padre es la manifestación de su plena misericordia. Al ver
a su hijo que regresa sale a buscarlo corriendo y antes de que diga palabra
alguna lo abraza y lo besa. En esta imagen se explica como Dios, incluso
sabiendo que la conversión no es completa y que puede haber un trasfondo, sale
en busca de aquel que lo necesita y lo llama, aceptándolo sin reprocharle su
descarrío ni su indiferencia anterior. Por otra parte en su diálogo con su
primogénito se transluce cómo Dios no descuida a aquellos que lo han seguido
justamente y cómo ante el pecado de los justos su reclamo es tierno pero firme.
El
primogénito es el personaje que menos participa en la parábola. Representa a
los justos y fieles hijos de Dios, que se someten a la voluntad del Padre.
El verdadero sentido de este personaje es mostrarnos como los fieles de Dios
también caen en el pecado, en este caso la soberbia, y representa muy bien a
los fariseos y escribas a los que Jesús le hablaba. Al reprocharle al padre lo
que le hace a su hermano en comparación con lo que ha hecho por él se muestra
que también en su fe su obediencia existía un móvil interesado.
La Enseñanza
fundamental de esta parábola transmite una enseñanza tanto para los fariseos y
escribas como para los pecadores y publicanos. Hoy en día puede decirse
que sirve de enseñanza para los fieles cristianos y para el resto de las
personas. A los primeros les muestra su debilidad ante la tentación. Indica que
el pecado de soberbia puede alojarse fácilmente en ellos por profesar una fe,
al mismo tiempo transluce que la fe cristiana no consiste solamente en
participar en ritos y liturgias sino en practicar la misericordia y no juzgar a
los demás. En relación a los segundos consiste en una invitación a
la conversión. Así se les muestra las terribles consecuencias del pecado y de
las malas acciones, la importancia de un verdadero arrepentimiento y la
misericordia de Dios que todo lo perdona.
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