Hoy decido
desenmascarar a los “ladrones de la felicidad” y sacarlos de mi vida.
Esos ladrones son el egoísmo, el odio o el rencor, el orgullo, la ira y el
miedo.
Decido aplicar en mi vida el antídoto para cada
uno: Amor auténtico,
perdón, sencillez, la paz interior y una fe firme.
Con estos valores en el camino hay reveses pero, en
lugar de hundirme con ellos, les
saco ventaja y logro lo mejor.
Elijo amarme, amar y
reconocer que la persona afortunada busca las oportunidades
y no se sienta en el trono de la indolencia a esperarlas.
No culparé al
destino, a Dios ni a otros de mi mala suerte ya que siempre
recojo el fruto de mi siembra.
No imitaré al marinero que descuida el timón y
luego culpa a los arrecifes del naufragio. Soy el artífice de mi destino.
Vivo creando tal
como vivo creyendo. Sí, mis creencias se
convierten en vivencias y, por eso, necesito creencias positivas y motivantes.
Atraigo mucho de lo
que pienso y digo porque el pensamiento y la
palabra son poderosos. Decido creer y crear lo mejor para mí y los demás.
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