Tamerlán fue un gran caudillo y
estratega mongol cuyo imperio iba desde la India hasta Rusia.
Murió en 1405, fue un estudioso de la
astronomía y sus restos reposan en Samarkanda, Usbequiztan.
En
cierta ocasión estaba sumido en el desaliento después de una derrota y acaeció algo especial.
Vio a una hormiguita que subía por una
roca a su lado y
decidió tumbarla con la punta de la espada.
Siguió
pensando en lo peor y, de pronto, vio cómo la hormiguita ascendía de nuevo sin rendirse.
Varias
veces la tumbó y otras
tantas el animalito emprendió el ascenso ante la sorpresa de Tamerlán.
Entonces
se dijo: ¿Cómo es que un
animal tan diminuto insiste sin desfallecer y yo estoy presa del desaliento?
El gran
caudillo recobró el ánimo,
se lo contagió a sus tropas y
venció en las próximas batallas.
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