Pocos regalos más valiosos te puedes dar que te sirvan tanto como
llegar a un despertar de consciencia.
Consciencia no es inteligencia, es la claridad que te llega al caer en
la cuenta de quién eres, para qué estás acá y cómo vives.
Es un conocimiento superior, espiritual, que no
tiene que ver con la razón y que suele adquirirse en la meditación.
Cuando haces una introspección sincera llega un momento en el que
corres un velo y hay un deslumbramiento.
Entonces ves lo que antes no podías captar cegado por el ego soberbio e hipnotizado por lo superfluo y lo vano.
La falla es que habitualmente el humano toma consciencia es a
través de duras vivencias, o sea, sufriendo.
Es más, la ignorancia y la inconsciencia
son tan mayúsculas que se
cambia cuando hay saturación de dolor.
Si vibras más y más en amor eso te lleva a ser cada día más consciente
y más coherente, o sea, a tener una buena vida.
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