En estrecha relación con el
desarrollo de la capacidad de amar está la evolución del objeto amoroso. En los primeros
meses y años de la vida, la relación más estrecha del niño es la que tiene con
la madre.
La solución puede alcanzarse por medio de la adoración de animales, del
sacrificio humano o las conquistas militares, por la complacencia en la lujuria,
el renunciamiento ascético, el trabajo obsesivo, la creación artística, el amor
a Dios y el amor al Hombre.
La persona sádica es tan dependiente de la sumisa como ésta de aquélla:
ninguna de las dos puede vivir sin la otra. La diferencia sólo radica en que la persona sádica
domina, explota, lastima y humilla, y la masoquista es dominada, explotada,
lastimada y humillada.
La forma activa de la
fusión simbiótica es la dominación, o, para utilizar el término correspondiente
a masoquismo, el sadismo. La persona sádica quiere escapar de su soledad y de su sensación de
estar aprisionada haciendo de otro individuo una parte de sí misma.
La realidad exterior, las personas y las cosas, tienen sentido sólo en la medida en que
satisfacen o frustran el estado interno del cuerpo. Sólo es real lo que
está adentro: lo exterior sólo es real en función de mis necesidades (nunca en
función de sus propias cualidades o necesidades).
Si amo a la otra persona, me siento uno con ella, pero con ella tal cual
es, no como yo necesito que sea, como un objeto para mi uso. Es obvio que el respeto sólo es
posible si yo he alcanzado independencia; si puedo caminar sin muletas,
sin tener que dominar ni explotar a nadie.
Respeto no significa temor
y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la palabra (respicere:
mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su
individualidad única. Respetar significa preocuparse por que la otra persona crezca y se
desarrolle tal como es. De ese modo, el respeto implica la ausencia de
explotación.
Si soy como todos los demás, si no tengo sentimientos o pensamientos que
me hagan diferente, si me adapto en las costumbres, las ropas, las ideas, al
patrón del grupo, estoy salvado; salvado de la temible experiencia de la
soledad. Los sistemas dictatoriales utilizan amenazas y el terror para inducir
esta conformidad; los países democráticos, la sugestión y la propaganda.
¿Qué le da una persona a
otra? Da de sí misma de lo más precioso que tiene, de su propia vida. Ello no significa necesariamente que
sacrifica su vida por la otra, sino que da lo que está vivo en él, da de su alegría, de su interés,
de su compresión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza, de todas las
expresiones y manifestaciones de lo que está vivo en él.
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