Son
los padres quienes deciden cómo manejar los dispositivos en épocas de evolución
tecnológica.
¿Las
pantallas afectan el desarrollo neuronal de los niños?
Como si se tratara de un nuevo juguete, los celulares se han convertido
en el dispositivo predilecto para entretener a los niños. La convivencia
con estos aparatos es tan natural que muchos padres se han preguntado sobre el impacto que
tienen en la vida de los menores que apenas llegan al mundo y ya se
enfrentan a pantallas multicolores, con diferentes voces, sonidos y
velocidades.
Pues
si bien las pantallas ofrecen una estimulación sensorial que de alguna
manera le permite al ser humano entender el mundo en el que vive, ¿un recién nacido está preparado
para la sobrecarga de información que recibe por esta vía?
Para Jairo Zuluaga, médico experto en neurodesarrollo y
estimulación de la Universidad Nacional, “es indispensable tener presente el entorno del menor, ya
que durante los últimos 30 años del siglo XX se dejó de pensar que el cerebro
venía preorganizado, por predisposición genética, y se dijo que el sistema es
capaz de reconocer, interpretar e interactuar con el ambiente y se transforma
de acuerdo con los estímulos ambientales”.
Dice
el experto que el cerebro y las conexiones neuronales cambian según la
experiencia de cada individuo, lo que significa que el entorno de los
menores, incluyendo las pantallas y su inmersión temprana, sí es capaz de transformar este órgano.
Esas trasformaciones, aclara Zuluaga, no representan un
problema en sí mismas, ya
que estos cambios han sido evidentes en cada generación. Un claro
ejemplo fue en su momento la llegada de la imprenta, teléfonos, cine y autos, que le permitieron al ser humano
analizar nuevos entornos de su vida cotidiana y entender nuevas formas de comunicación.
Ahora bien, ¿cuándo debe realizarse dicha estimulación?
Zuluaga habla de periodos
críticos y sensibles como “las ventanas de oportunidad más grandes que, aunque
no son los únicos, son los momentos en los que el sistema está disponible para
dejarse cambiar y transformar por el mismo ambiente”.
Una vez está clara la disponibilidad que tiene el cerebro
de los menores para
permitirse reconocer y con el paso del tiempo transformar el entorno,
surge un segundo momento indispensable para el desarrollo neuronal de los
menores: la plasticidad.
Para Zuluaga, es “la
capacidad que tiene el sistema nervioso de dejarse cambiar por las experiencias
sensoriales, y allí se habla de la estimulación supuestamente adecuada”.
Las
pantallas ofrecen una estimulación sensorial que permite al ser humano entender
el mundo en el que vive, ¿un recién nacido está preparado para la
sobrecarga de información que recibe por esta vía?
Dicha
estimulación consiste en que el niño invada y explore el objeto. “No obstante,
lo que sucede muchas veces con las pantallas es que es el estímulo el que
invade al individuo, sin el tiempo para explorarlo. Pero teniendo en
cuenta que no todas las personas tienen el mismo desarrollo, lo que se
considera adecuado dependerá única y exclusivamente de lo que los padres
esperen de sus hijos”, afirmó Zuluaga.
Los padres suelen idealizar a sus hijos, quieren un hijo atleta, que sea
músico, pero que a la vez sea bonito, lea, tenga inteligencia múltiple,
inteligencia emocional, sea socialmente estable, entre otras cosas; pero
¿eso es posible? Zuluaga afirma que este es un tema que debe revisarse con
cautela porque “aunque el
ser humano se adapta al ambiente, al entorno y a sus deseos personales y el
sistema nervioso está dispuesto a lo que el individuo lo exponga, siempre habrá
un límite que los padres deben imponer.
El papel de los padres
Y entonces, ¿qué quiere la sociedad?, ¿qué esperan los padres de sus hijos? Estos son interrogantes que vale la pena plantearse porque le darán un panorama mucho más amplio de lo que se espera de un menor, incluso desde antes de nacer. De esta forma, la educación no será producto del azar sino que tendrá un sentido.
“Deben
existir objetivos de aprendizaje, del color, de los sonidos y del movimiento al
que se enfrentan los niños. Pero si lo que sucede es que el elemento limita la
capacidad del menor de invadir y explorar el entorno, incluso con
movimientos tan elementales como la interacción con el rostro humano, mi recomendación es cero
pantallas de los 0 a los 2 años. Pero esa es una tarea que debe
trabajarse culturalmente. Mientras eso sucede, serán los padres quienes deciden cómo utilizar el tiempo
con el menor frente a las pantallas”, asegura Zuluaga.
El
médico concluye que “los padres pueden decidir qué es lo que desean de su hijo.
Tratándose de una forma de educación dinámica que invada sus vidas por las
pantallas, encontrarán a un menor que pueda estar solo un largo tiempo y que sea multitarea. Si
este es el caso, será
normal que su hijo sea hiperactivo o tenga déficit de atención, dado que
la inmersión de las pantallas en la vida humana puede ocasionar alguno de estos
padecimientos”.
En ese sentido, para Zuluaga “no hay un tiempo límite que sirva como una especie
de horario para ver o no televisión o el celular. Se trata más bien de
un control que solo los padres pueden crear y mantener en casa”.
Todo
esto teniendo siempre presente que la evolución tecnológica es más acelerada
que la evolución biológica. “Y aunque los menores van mucho más rápido que sus
padres, no todos procesan las cosas de la misma forma, ni todos los estímulos
son adecuados en todo momento de la vida.
Así que solo dependerá de cada uno el manejo que se le da a estos
dispositivos”.
Y entonces, ¿qué quiere la sociedad?, ¿qué esperan los padres de sus hijos? Estos son interrogantes que vale la pena plantearse porque le darán un panorama mucho más amplio de lo que se espera de un menor, incluso desde antes de nacer. De esta forma, la educación no será producto del azar sino que tendrá un sentido.
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