Todos los seres humaños nacemos en la inocencia, somos
condicionados para vivir en la ignorancia y solamente en algúnos casos nos
atrevemos a iniciar el camino hacia la sabiduría, el cual pasa
irremediablemente por conocernos a nosotros mismos.
1. Con respecto a la creación de nuestro sistema de
creencias y, por ende, de nuestra identidad, los seres humaños atravesamos tres
etapas.
LA PRIMERA SE CONOCE COMO EL ESTADIO DE «INOCENCIA», que se produce desde que nacemos hasta los diez años,
aproximadamente.
Cabe señalar que durante
nuestra infancia nos creemos indiscriminadamente todos los mensajes procedentes
de la sociedad en general y de nuestros padres en particular.
No importa quién nos lo
diga y da igual qué nos digan.
Nos lo creemos porque
somos inocentes: no tenemos ningúna referencia con la que comparar o cuestionar
la información que nos llega del exterior.
Por medio de estas
creencias de Segúnda mano vamos
creando nuestra personalidad.
Es decir, nuestro falso
concepto de identidad.
Al ser niños indefensos,
no podemos protegernos de la poderosa influencia que ejercen los demás en
nosotros.
Esta es la razón por la que solemos cargar en
nuestra mochila emocional los miedos, las carencias y las frustraciones de la
generación que nos precede.
En el estadio de inocencia
somos esponjas que lo absorbemos todo, sin preguntarnos si eso que absorbemos
es realmente lo que nos conviene absorber.
2. La Segúnda etapa en el proceso de construcción de
nuestra identidad SE DENOMINA «IGNORANCIA», la
cual suele comenzar durante la pubertad.
Una vez ya se ha
conformado nuestro sistema de creencias, empezamos a pensar y a comportarnos en
base a la programación con la que hemos sido condicionados.
Y dado que este
condicionamiento está compuesto por creencias limitantes y erróneas, nos sentimos profundamente
inseguros, acomplejados y confundidos, lo que ocasiona nuestra primera
gran crisis existencial.
Además, en la medida que
vivimos y funcionamos a partir de estas creencias ajenas, la programación
inculcada se va consolidando en nuestro modelo mental, el cual se proyecta físicamente por medio de
nuestra personalidad.
3. LA REPROGRAMACIÓN
MENTAL: “Saber que se sabe lo que se sabe y saber que no se sabe lo que no se
sabe: en eso consiste la sabiduría”.
Jean Baptiste Alphonse
Karr
Al repetirnos una y otra vez determinados mensajes e ideas escuchados en nuestra infancia sobre lo que hemos de ser, hacer y tener para ser aceptados como individuos normales por la sociedad, finalmente terminamos convirtiéndonos en eso que creemos ser.
Y lo cierto es que muchos
nos quedamos anclados en esta fase de ignorancia el resto de nuestra vida.
Dado que cambiar las
creencias con las que nos sentimos identificados implica remover pilares muy profundos de nuestra psique, algúnos
no volvemos a modificar la información interiorizada a los 18 años.
Si bien todos pasamos por la inocencia –ausencia de
información– y la ignorancia –información errónea y limitante–, LA TERCERA FASE
ES OPCIONAL.
SE LA CONOCE COMO «SABIDURÍA», y consiste en manejar información verificada a través
de nuestra experiencia.
Esta etapa comienza el día
que nos comprometemos con mirarnos en el espejo para cuestionar las creencias
con las que de pequeños fuimos educados.
Así es como empezamos a ir más allá de nuestro falso
concepto de identidad.
En paralelo a este proceso
de autoconocimiento, comienza la denominada «reprogramación mental».
Y ésta consiste en modificar todas las creencias
limitadoras que hemos absorbido de forma inconsciente por creencias
potenciadoras, alineadas con la información de sabiduría que hemos corroborado
de forma consciente.
Así, en la medida que
vamos desenmascarando aquellas creencias que nos comportan malestar –como que nuestra felicidad depende de
algo externo– las
vamos sustituyendo por nueva información verificada, como que nuestra felicidad sólo
depende de nosotros mismos.
En este punto de nuestro
camino evolutivo adquiere una enorme importancia confirmar la veracidad o
falsedad de los dogmas que nos han sido impuestos.
Más que nada porque la mentira es el alimento de nuestro
instinto de supervivencia emocional.
De ahí que haga engordar
nuestro egocentrismo y, por ende, nuestro nivel de malestar y sufrimiento.
En cambio, la verdad es lo que nutre nuestra auténtica
esencia.
Es decir, todos aquellos pensamientos que dejan PAZ Y
ARMONÍA en nuestra mente y todos aquellos
actos que dejan PAZ Y
ARMONÍA en nuestro corazón.
Al repetirnos una y otra vez determinados mensajes e ideas escuchados en nuestra infancia sobre lo que hemos de ser, hacer y tener para ser aceptados como individuos normales por la sociedad, finalmente terminamos convirtiéndonos en eso que creemos ser.
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