Estudios recientes en humanos y ratones han demostrado que trasnochar y
madrugar puede causar daños duraderos en el cerebro.
Una reciente revisión de las investigaciones sobre el sueño en animales
y humanos sugiere que el concepto popular de que el sueño es algo que puede
ahorrarse y pagarse tiene poco mérito.
Ya vienen los cobradores de sueño. Quieren que
sepas que no existe el perdón, tan solo una expectativa cambiante de cómo y
cuándo pagarás lo que debes. Piensa en ellos mientras estés acostado en la cama
de noche. ¿Cuánto te
cobrarán? ¿Eres solvente? Te quedas dormido, luego despiertas sudando
frío una hora más tarde. Te quedas dormido, luego despiertas y así vagas de un estado de
consciencia a uno de inconsciencia hasta la mañana.
Como lo ha descubierto la
mayoría de los humanos, tras
un par de noches de mal sueño a menudo vienen el aturdimiento, la dificultad
para concentrarse, la irritabilidad, los cambios de humor y la somnolencia.
Durante años, se pensó que estos efectos, acompañados de una deficiencia
cognitiva como un pésimo desempeño en pruebas de memoria a corto plazo, se le
podían atribuir en su mayor parte a un químico llamado adenosina, un neurotransmisor que inhibe
los impulsos eléctricos en el cerebro. Se habían observado de manera
constante picos de adenosina en ratas y humanos a los que les faltaba dormir
más.
Sin embargo, los niveles de adenosina se
pueden corregir con rapidez tras un par de noches de buen sueño. Esto
dio lugar a un consenso científico: la deuda de sueño se podía saldar con un
par de siestas de calidad, así lo reflejan frases casuales como “Debo poner al corriente mis
horas de sueño” o “Estaré más despierto mañana”.
No obstante, una nueva
revisión en un artículo publicado hace poco en la revista Trends in
Neurosciences sostiene que
la sabiduría pop del sueño como algo que se puede ahorrar y compensar son
patrañas. Según el estudio, en el cual se analizó el último par de
décadas de investigación sobre los efectos neuronales a largo plazo de la
privación del sueño tanto en animales como humanos, cada vez hay más evidencias de que, si se duerme
demasiado poco, es muy probable que se produzca un daño cerebral de larga
duración y aumente el riesgo de trastornos neurodegenerativos como la
enfermedad de Alzheimer.
Los estragos de dormir mal
“Esto es muy pero muy importante para preparar el rumbo que se debe tomar en términos de la salud del sueño y la ciencia que estudia el sueño”, opinó una científica especializada en el sueño de la Universidad de Carolina del Norte.
Desde hace mucho se sabe que los periodos
intensos de privación del sueño son malos para la salud. El insomnio forzado se usó
durante siglos como castigo y tortura. En el primer estudio experimental
sobre la privación del sueño, publicado en 1894 por la científica rusa Maria
Manasseina, se obligó a cachorros a permanecer despiertos por medio de una
estimulación constante: murieron en los primeros cinco días. Tras examinar sus
cuerpos, Manasseina observó
que “el cerebro fue el sitio predilecto para los cambios más graves y más
irreparables”.
Los vasos sanguíneos habían sufrido hemorragias y las membranas grasas
se habían degenerado. “La
ausencia total de sueño es más fatal para los animales que la ausencia total de
alimento”.
Sin embargo, hay muchas maneras de no obtener
sueño suficiente. Puedes no dormir nada durante un periodo prolongado: lo que los científicos llaman
privación aguda del sueño (en 1963, un estudiante de secundaria logró
mantenerse despierto durante 264 horas). Puedes perder horas de sueño de manera
constante: privación crónica del sueño. Puedes estar acostado pero
despierto, con la mente corriendo a toda velocidad o relajada, viendo
televisión toda la noche. Los
estudios como el de Manasseina se consideraron extremos al punto de ser
irrelevantes para humanos.
Después de analizar
estudios pasados sobre la privación del sueño en ratones, muchos de los cuales
llevó a cabo Veasey, los
investigadores encontraron que, cuando se dejaba que los animales estuvieran
despiertos un par de horas más de lo usual todos los días, esto afectaba de
manera particular dos partes clave del cerebro: el locus coeruleus, un
núcleo que maneja sentimientos de vigilancia y excitación, y el hipocampo, una
zona que tiene un papel importante en la formación de la memoria y el
aprendizaje. Estas regiones, que
en humanos son fundamentales para mantener una experiencia consciente,
ralentizaban la producción de antioxidantes en los animales, los cuales
protegen las neuronas de las moléculas inestables que se producen todo el
tiempo; son algo así como
los gases del escape de las células en funcionamiento. Cuando los
niveles de antioxidantes son bajos, estas moléculas pueden aumentar y atacar el cerebro desde adentro,
descomponiendo las proteínas, las grasas y el ADN.
“Incluso en circunstancias
normales, la vigilia en el cerebro provoca un perjuicio”. “Pero cuando estás despierto
durante demasiado tiempo, entonces el sistema se sobrecarga. En cierto
momento, ya se vuelve imposible. Si les pides a tus células que se mantengan
activas un 30 por ciento más todos los días, las células mueren”.
En el cerebro de los ratones, la privación del sueño produjo muerte
celular después de unos pocos días de que se les restringió el sueño, un umbral mucho menor para el daño cerebral del
que se solía pensar. También provocó una inflamación en la corteza prefrontal y
aumentó los niveles de las proteínas tau y amiloide, las cuales se han vinculado con enfermedades
neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson, en el locus
coeruleus y el hipocampo.
Después de un año de sueño
regular, el ratón al que
se le había privado del sueño seguía sufriendo daño neuronal e inflamación del
cerebro. Para Veasey y Zamore, esto sugirió que los efectos eran
perdurables y tal vez permanentes.
Sin embargo, muchos
científicos aseguraron que la nueva investigación no debía provocar pánico. “Es posible que la privación del
sueño dañe los cerebros de las ratas y los ratones, pero eso no quiere decir
que debas estresarte por no dormir suficiente”, comentó Jerome Siegel,
neurólogo especializado en el sueño de la Universidad de California, campus Los
Ángeles, quien no colaboró con la revisión.
Siegel observó que las lesiones
neuronales son graduales y que aún se desconoce en gran medida el alcance del
efecto de la privación del sueño en el cerebro humano. También expresó
su inquietud por el hecho de que una preocupación excesiva por los efectos a
largo plazo de la privación del sueño pueda llevar a la gente a intentar dormir
más, innecesariamente y con medicación.
“El mensaje más sencillo es que la privación del sueño es mala, pero eso
no significa que el sueño sea monótonamente bueno”, dijo.
En la actualidad, no hay ningún mecanismo ético para medir el grado y el
tipo de daño celular que provoca la privación del sueño en el locus coeruleus y
el hipocampo de un ser humano vivo. En cambio,
los estudios longitudinales publicados durante los últimos quince años se han
basado en cambios conductuales y datos del sueño proporcionados por los pacientes mismos para
relacionar el mal sueño crónico con la demencia, la depresión, los problemas
metabólicos, las enfermedades cardiacas, la insuficiencia de respuestas inmunes
e incluso los bajos promedios en las calificaciones. Estos experimentos
pueden ser difíciles de confirmar, pero, si se toman en conjunto con los
hallazgos en los modelos animales, estos insinúan que hay una especie de
relación a largo plazo entre la falta de horas de sueño y un daño físico y
cognitivo.
“La pérdida de horas de sueño puede perjudicar el cerebro y, si ocurre
en ratones y se ha demostrado que pasa en otras especies, entonces es probable
que suceda en humanos”, comentó
Veasey. “Siempre surge la pregunta: ¿cuánta pérdida del sueño provocará lesiones?
Pero, toda esta literatura junta, de alrededor de una semana de pérdida crónica del sueño, en realidad
sugiere que el cerebro se lesiona de algún modo”.
Si se puede establecer un
vínculo entre los ratones y los seres humanos, esto podría cambiar la forma en
que pensamos sobre el sueño, que suele ser en términos de somnolencia y no de
daño neuronal. Ya se sabe
que existe una brecha entre la percepción de las personas sobre sus propias
capacidades cognitivas tras la privación del sueño y su rendimiento real en las
pruebas de memoria y tiempo de reacción. Las personas pueden sentirse
bien mientras sus cerebros están revueltos, y pueden sentirse agotadas cuando
sus cerebros están bien. “La
percepción y la realidad del sueño pueden ser muy, muy diferentes”, dijo
Wells.
Esa desconexión, a su vez, “ha dificultado que nos hagamos
las preguntas adecuadas”, añadió Veasey. Su esperanza es que la gente y los
científicos lleguen a comprender mejor el sueño. Y entonces, informados,
sin duda nos endeudaremos con el sueño de todos modos.
“Esto es muy pero muy importante para preparar el rumbo que se debe tomar en términos de la salud del sueño y la ciencia que estudia el sueño”, opinó una científica especializada en el sueño de la Universidad de Carolina del Norte.
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